Aún es tiempo de recuperar el tono moral de Colombia

Manuel José Álvarez Didyme

A medida que nos hemos ido escuchando el discurso de campaña del ingeniero Rodolfo Hernández, hemos ido entrando en sintonía con la voz de la conciencia colectiva, por su manera desenfadada, directa y sin tapujos de decir las cosas y opinar sobre todo aquello que viene afectando nuestro diario discurrir como nación.
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Y sigue ocurriendo cada vez que tenemos la oportunidad de oírlo a propósito de las declaraciones que da para los medios, como candidato opcionado para alcanzar la Presidencia de la República, y con su discurso vamos recordando lo que antaño decía Álvaro Gómez Hurtado, refiriéndose al deterioro gradual del tono moral del país, como una inocultable verdad que él ilustraba con sencillos ejemplos extractados de nuestra cotidianidad, de aquella que solemos llamar "la vida diaria" y que bien vale la pena volverlos objeto común de nuestras cavilaciones.

Para tener que reflexionar al pensar: ¡Como se ha mermado el tono moral de Colombia!

No de un solo golpe, sino de tiempo atrás, en un paulatino relajamiento de las costumbres y en un lento y casi imperceptible proceso de aceptación de lo ilícito por el grupo social, que pasó, de censurar el delito, a calificarlo como "viveza" digna de encomio e imitación y verlo como una de las “ventajas comparativas y competitivas” que exhibe un candidato hoy.

Al punto que quien recurre a la calumnia para alcanzar sus objetivos, como ha ocurrido con las recomendaciones dadas por Roy Barreras, Luis Fernando Velasco y demás adláteres el aspirante Petro, no ha recibido rechazo alguno, llegándose al igual que en el tango, dar lo mismo, -políticamente hablando-, “ser señor, rey de bastos, caradura o polizón".

Al igual que aquellos que han hecho del bien ajeno, y del presupuesto estatal "coto de caza" y fuente de apropiación, y son votados y elegidos repetidamente, sin menoscabo alguno, hasta llegar a las cuantiosas cifras de pérdida de recursos públicos por efecto de la corrupción administrativa, que están significando para el procomún, menos servicios, merma de la inversión social y más impuestos, obviamente.

Pero a la hora de sufrir las funestas consecuencias de nuestra pérdida del talante ético le endilgamos la responsabilidad de los males a la totalidad de los políticos y la dirigencia, olvidando que el mal está en todo lado: en los protervos que elegimos y designamos por razones distintas a la honradez; en los que toleran el delito; en los que no denuncian; no alejan o discriminan a los que delinquen, pero sobretodo a la justicia que se tornó laxa e inoportuna.

Cuanta falta estaba haciendo un candidato como Rodolfo Hernández que con su discurso nos moviera a la reflexión y la autocrítica, pero más falta nos está haciendo un presidente que con su acción nos obligue a reencontrar como nación el perdido tono moral.

Es el momento propicio para pensar en ello.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME

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