Recordando el Halloween del año anterior

Manuel José Álvarez Didyme

La inminencia del advenimiento de la celebración del Día de los niños o Halloween, nos remite a lo acaecido al 31 de octubre del año anterior, en el que a través del comportamiento de algunas de las gentes de esta ciudad se puso en evidencia el deterioro sufrido por la urbanidad y el respeto al derecho ajeno, al punto que, pidiéndole perdón a la tribu del África meridional por la comparación con éstos coterráneos como alguna vez lo hiciera el expresidente y paisano Darío Echandía, con tristeza podemos afirmar que el comportamiento es como de “cafres”
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No es otro el calificativo que puede dársele a la horda que aprovechando la festividad, dedicada de manera exclusiva a los infantes, a guisa de diversión se diera a agredir a muchos de nuestros comerciantes y a destruir la decoración que con esfuerzo, inversión económica y cariño, éstos habían realizado para que los pequeños se sintieran a gusto en su día y lo disfrutaran.

Cabe recordar como almacenes de toda clase, tiendas y hasta centros comerciales como Multicentro, fueron objeto de depredación y vandalismo, sin que hubiera autoridad alguna que  impidiera o minimizara los efectos nocivos de tan censurables conductas. 

Advirtiendo que no fueron los menores los de tan bastas actitudes, sino sus padres y acompañantes: adultos; hombres y mujeres de toda laya y condición, que es de suponer, son los mismos que muestran sorpresa y se preguntan ¿por qué será?, al advertir que los turistas no arriban a estas latitudes y prefieren pasar de largo hasta otras ciudades y que el capital externo no llega en forma de inversión hasta nosotros, debido a que este tipo de comportamientos lo alejan e impiden, haciendo que crezcan y se multipliquen el desempleo y la pobreza en nuestros lares.

Es la obvia cosecha de años de corrupción, desgobierno, incompetencia, desidia, apatía y negligencia de unas administraciones locales dedicadas a la politiquería y los malos manejos de lo público, que nada han hecho por la formación de buenos ciudadanos y la generación de un sentido de pertenencia entre los ibaguereños. Los mismos que hoy aspiran a la prolongación de su poder político a través de mediocres personajes que obedecen a subalternos compromisos, antes que a las superiores causas colectivas, transmitiéndole esta manera de ser y actuar a nuestros coterráneos.

Complementado todo con la negligente actuación de una policía que en ese entonces poco o nada actuó, en cuanto de defender los derechos colectivos se trató, y cuando vió, –si acaso lo hizo-, a los aludidos agresores en tan execrable conducta, misma actitud que suelen asumir frente a quienes afectan la paz ciudadana tales como los contaminadores por ruido dedicados por doquier a acabar con la paz urbana.

Ojalá no se repita lo pasado y el respeto al semejante se convierta en norma de conducta colectiva en esta ciudad.

 

MANUEL JOSÉ ALVAREZ DIDYME DÔME

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