Un semestre embolatado entre la corrupción, la improvisación y el desgobierno

Manuel José Álvarez Didyme

Ya son tantos los casos de corrupción, improvisación y desgobierno que se registran al interior de la actual administración, que permean el discurso sobre el que Petro edificó su imagen política cimentada en la “anticorrupción” y “la transparencia”, que no se puede menos de concluir que definitivamente se embolató el semestre discurrido bajo su mandato.
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Alterando y afectando tan negativamente los valores, al punto que hoy podemos afirmar sin equivocarnos, que en Colombia el gobernante, su familia y su comparsa están pretendiendo instaurar una nueva axiología para la que resultan socialmente aceptables el trato y la negociación con todo tipo de delincuentes y criminales bajo el pretexto de la ‘Paz Total’; el recibo y utilización de dineros del contrabando y el narcotráfico para financiar su campaña; el abusivo uso de los recursos del erario público como el uso dado a los helicópteros oficiales por parte de la Vicepresidenta, y los tours internacionales realizados por la primera dama; el tráfico de influencias llevado a cabo en beneficio de familiares y amigos y la asignación de cupos burocráticos en ministerios y el Icbf; la reducción de la acción de las fuerzas armadas para facilitar el actuar de los violentos; el disfraz de probados delincuentes como negociadores de paz en procura de su impunidad; la solidaridad con la violencia y el bloqueo de carreteras y la calificación del secuestro y el asesinato de policías, como “retención” y “cerco humanitario” a través de su ministro del Interior, Alfonso Prada, para reducir su gravedad; “las coimas negociadas en las cárceles con narcotraficantes, políticos y cuestionados personajes” por el hijo y el hermano del ejecutivo; la estrecha cercanía con las dictaduras de Cuba y Venezuela; la persecución al Banco de la República, Ecopetrol y Federacafé y a la empresa privada en general; la descriminalización de conductas penales como el terrorismo en el marco de la protesta social en favor de los delincuentes de la “primera línea”, etc., etc., etc.

Y para colmo, es en este nuevo contexto pretenden avalar de cara a las próximas elecciones, a aspirantes a concejos, asambleas, gobernaciones y hasta alcaldías a sabiendas de su ilegítimo comportamiento o de su contubernio con oscuros negociantes, a los que se les permitiría gobernar, legislar o administrar en su favor y en el de su clientela, en agradecimiento por los favores recibidos o que se esperan recibir, o utilizando para ello el temor que suscitan los violentos para ganar el apoyo a tales personajes, o lo que es más grave aún: invocando la solidaridad banderiza y de cauda, aspirando a que los elegidos continúen nombrando en los cargos de confianza y manejo a personas que les sigan facilitando su depredatoria tarea.

Y mientras todo esto ocurre, la gran masa opuesta a lo que viene sucediendo se mantiene en silencio y sin actuar contra tal estado de cosas, a sabiendas que se está afectando gravemente el nivel de desenvolvimiento del país e incrementando las cotas de pobreza que los indicadores de desarrollo están evidenciando, ante lo cual lo que se debe es reaccionar no solo con aisladas censuras y condenas de social tertulia, sino formando causa común en su contra, de manera expresa y generalizada.

 

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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