¡Narcos, guerrillos y paracos, todos son uno!

Manuel José Álvarez Didyme

En su libro “Comunismo y nazismo, 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX”, el académico francés Alain de Benoist, remite a quien lo lea, sin que ese sea su propósito, a la circunstancia colombiana, en la que han coexistido como siguen haciéndolo, las anacrónicas guerrillas que se autodenominan como “el brazo armado del partido comunista” (hoy asentadas y conocidos en el Congreso y en el Ministerio del Trabajo como “Comunes”), insertas también como es sabido, en el narcotráfico y el terrorismo, pese a que el grupo que se dice mayoritario, se desmovilizó en cumplimiento de un “acuerdo de paz”, dejando en su reemplazo una presunta disidencia y unos contradictores conocidos como “autodefensas”, trasmutados criminalmente con el apelativo de “paramilitares” o con el popular apócope generalizado, de “paras”.
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Unos y otros repudiados por el grueso de la opinión, hastiada y asqueada de su actuar terrorista y narcotraficante como hasta la saciedad se ha expresado colectivamente. Los paras, gracias a las denuncias de sus víctimas sobrevivientes y la propia confesión de sus integrantes de los varios cientos de crímenes cometidos por ésos, ya han sido rechazados por su actividad abominablemente criminal y sancionados, si bien benignamente a mi juicio.

Y la guerrilla así mismo repudiada a través de multitudinarias manifestaciones en el pasado cercano, pues el comunismo en cincuenta o más años de beligerancia guerrillera en Colombia, solo se ha distinguido por asesinar, secuestrar, extorsionar, narcotraficar y vejar a multitud de hombres, mujeres y niños, de la misma forma como lo ha hecho en el mundo entero, haciéndose acreedor, lógicamente, al calificativo de “cáncer social”, más perverso aún, si cabe, que el nazismo, así la izquierda criolla de manera inexplicable pretenda, -“igual a como lo hacen los negociadores del Gobierno”-, que ante tal censura no pase nada pues la criminal actuación de ésta, está revestida de ideología y ante ello, disque debe perdonarse.

Al efecto la antecitada obra de Benoist. señala, que jamás debe olvidarse que el balance del comunismo, en tanto en cuanto “...constituye el caso de carnicería política más colosal de la historia”, dado que éste ha asesinado en perfecta coherencia con su doctrina...”, al punto que el sistema comunista no ha sido “un sistema que ha cometido crímenes”, sino “un sistema cuya esencia misma es criminal.”

Claro que en el país hay muchos “mamertos” que aún se resisten a admitir la naturaleza criminógena de tal doctrina política y se niegan a aceptar la comparación entre ésta y la de “los paras” y “narcos””, pues el comunismo ha tratado de disfrazarse con una fementida aura ilustrada, democrática y progresista, mientras al paramilitarismo se le condena como “irracional e injusto”, desconociendo que el fenómeno “para” se originó en una reacción a la acción armada guerrillera o sea que entre ésta y aquel existe “un nexo causal”, porque es claro que el paramilitarismo aparece, en muchos aspectos como una reacción simétrica al quehacer violento de la barbarie comunista.


De esta forma Benoist nos recuerda que no se debe echar al olvido que el terror bolchevique siempre surgió en la historia, antes que el terror a los que reaccionaron a él. Los nazis por ejemplo copiaron sus técnicas de exterminio, de los marxistas. Sus formas y métodos fueron importados de éstos por parte de aquellos, al punto que “el nazismo puede definirse, como un anticomunismo que tomó del adversario sus formas y métodos, empezando por los del terror”, tal como ha ocurrido entre nosotros.

Debe aclararse sí, que comparar guerrilla y “paras” no quiere decir asimilarlos o igualarlos. Se trata de ponerlos uno al lado del otro para pensarlos juntos y establecer las relaciones entre ambos. Ni el uno disculpa los crímenes del otro, ni las atrocidades del otro disculpan a las del uno.

Se nos ha hecho creer que el comunismo habría obrado por afecto a la humanidad y los demás por odio y maldad. El paramilitarismo sería criminal por vocación y el comunismo asesino por amor porque dizque “al fin de cuentas, los crímenes comunistas son progresistas”. Ante lo cual tenemos que preguntarnos –tal como lo hace el intelectual galo en su obra–: ¿por qué el hecho de matar “en nombre de la esperanza o de alegres amaneceres” es más excusable que el vinculado a un acto de defensa de la vida y la propiedad? ¿Acaso ambos no son execrables crímenes?

¿ o como alguien afirmó, “¡ser víctima de una idea, así se pretenda hermosa, no hace que uno deje de
ser víctima y la idea espantosa”, pues “en ningún caso, ninguna víctima es menos víctima!”.

Manuel José Álvarez Didyme

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