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Tener fundamentalmente una actitud de acecho, una actitud investigadora, sin ser necesariamente un investigador; fundamento necesario para dotarse del bagaje y el saber y de las características culturales, intelectuales y éticas que le permitan un ejercicio pleno de la libertad, encontrando allí las fuentes de su alegría y un espacio de lucha por un mundo que aún no está construido. (pág. 166 y 167)
Al leer este paraje, el quehacer del profesor parece un ejercicio mágico, auténtico y genuino por un mundo mejor. Y si, necesariamente estas aspiraciones éticas, sociales, axiológicas siguen habitando las búsquedas y las aspiraciones de los maestros. Pero, a veces también, no solo estamos al acecho del saber, sino también al acecho de tensiones y rivalidades.
Hoy, en el Instituto de Educación a Distancia, la planta de docentes activos, la conformamos 1.173 profesoras y profesores de cátedra y 21 profesores (as) de planta, y desde nuestras actitudes de acecho, parece que estuviéramos divididos en dos grupos jerárquicos: la jerarquía superior de los Profesores de Planta, y la jerarquía inferior de los Profesores Catedráticos. Ambos reclamando en diversos escenarios, lugares y momentos: reconocimiento, validación de sus saberes, mejores condiciones laborales, entre otros.
Profesores de planta que están allí por un concurso de méritos que ganaron desde sus trayectos académicos, investigativos y epistémicos, y que ocupan sí, un lugar privilegiado que muy bien se ganaron. Profesores de cátedra, que también participaron de un concurso de méritos, con trayectorias académicas unos en construcción, otros con rutas muy elaboradas que los llevan a tener hasta dos doctorados, otros con caminos exploratorios en el arte, la innovación, la tecnología, la cultura.
En ambas orillas encontramos investigadores, escritores, acechadores de saber, inquietudes pedagógicas, búsquedas formativas y también encontramos antipatías, egos, cegueras, desconocimiento del otro. De pronto sea el momento histórico para que las tensiones nos lleven a mirarnos a los ojos, a reconocer que más allá del enunciado separador de profesor de planta o de cátedra, la narrativa que nos une es la de ser profesores y profesoras; así, sin más enunciados.
De pronto sea el momento para reconocer en palabras de Boom que, ambos, estamos en un mismo “espacio de lucha por un mundo que aún no está construido” y que de una u otra forma está siendo construido o malogrado por nosotras y nosotros mismos.
* Secretaria Académica (IDEAD-Universidad del Tolima)
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