Razones para el optimismo

Guillermo Pérez Flórez

2015 podría ser el año de la paz. Existen diversos motivos para pensarlo. Pero ello dependerá de la altura de miras de la dirigencia política y de lo realistas que sean Farc y el ELN. Y, en última instancia, de la actitud que asuman los diversos sectores que integran el pueblo colombiano, desde el más encopetado hasta el más humilde.

El contexto internacional / regional es propicio para que el conflicto armado llegue a su fin. Un primer factor es la normalización de las relaciones políticas entre EE.UU. y Cuba, cuya ruptura se convirtió en el principal elemento de controversia hemisférica durante cincuenta años. Puede decirse que, aunque con diferente intensidad, influyó decididamente en todos los países americanos. En un alto porcentaje, la política estadounidense hacia América Latina fue funcional al contencioso con Cuba. Con la reanudación de las relaciones entre Washington y La Habana se cierra definitivamente una ventana al conflicto colombiano, termina la guerra fría en el continente, y también lo que podría denominarse la ‘doctrina Che Guevara’, consistente en exportar la revolución a toda América Latina.

De otra parte, está la crisis económica y política que atraviesa Venezuela; con el barril a 50 dólares, un déficit fiscal creciente y una inflación desbocada, y sin Chávez al frente del Estado, no tiene margen de maniobra para animar, aunque fuese de manera pasiva, a la insurgencia colombiana.

Miradas de esta perspectiva, las guerrillas aparecen como piezas arqueológicas de una época superada. Su futuro dependerá de que aprovechen esta coyuntura e ingresen a la escena política legal como promotores de paz, desarrollo y reconciliación.

En lo interno, hay un factor determinante, la decisión del presidente Juan Manuel Santos de brindar una oportunidad a la paz, en oposición a la ‘doctrina Álvaro Uribe’, consistente en terminar el conflicto por la vía militar, que tanta ayuda militar, financiera y de inteligencia recibió de Washington durante la era George W. Bush.

Finalmente, están el realismo y sensatez que parecen alumbrar a las Farc, algo de reconocer y valorar. Al decretar un cese al fuego unilateral e indefinido han creado nuevas condiciones y obligado al Gobierno nacional a mover ficha, como parece estar dispuesto Santos, quien ha dicho que la guerrilla ha cumplido y que ha llegado el momento de cambiar el esquema de negociar en medio del conflicto. A corto plazo puede haber un cese al fuego gubernamental. Además, la determinación de las Farc fuerza al ELN a hacer lo mismo, y de no hacerlo tendría un panorama político y militar muy adverso.

¿De qué depende ahora la paz? De que los colombianos se apoderen del proceso, con actitudes y acciones que tengan suficiente capacidad de atracción para traerse a la vida democrática a quienes abandonen las armas y entre todos refrendar el proceso de paz. El camino por recorrer todavía es largo y empinado, pero es prometedor, bastante prometedor. Obama no es Bush, Maduro no es Chávez, Santos no es Uribe. Y, a todo parecer… ni Timochenko es Marulanda ni Raúl es Fidel. El futuro está cerca.

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