Errores de apreciación

La mayoría de los analistas ‘nacionales’ (es decir, bogotanos), afirma que el país giró a la derecha y que el presidente Petro es el gran perdedor de las elecciones.

El engaño electoral

Las elecciones de hoy tendrán una particularidad, y es que ya no son solo los clanes y maquinarias políticas las que con sus ríos de dinero mal habido, su capacidad de intimidación y chantaje a los electores amenazan la democracia. No. Ahora es el Estado mismo, con nuestros propios impuestos, el causante de una debacle democrática. Una anomalía que se comete a plena luz del día, en medio de un atronador silencio del gobierno, de líderes políticos y de medios de comunicación. Puedo sustentar esta afirmación (y además quiero), porque es la base para demandar una reforma política y electoral que le devuelva la política a los ciudadanos, que son los verdaderos dueños de ella en una democracia.

Echandía en presente

En 1943 Darío Echandía Olaya, en calidad de designado, tomó posesión de la presidencia de la república como reemplazo temporal de Alfonso López Pumarejo, quien viajó a Estados Unidos para atender la enfermedad de su esposa María Michelsen.

El otro eclipse

De tiempo atrás asistimos en el Tolima a un triste espectáculo que los tolimenses no nos merecemos, no solo por amor propio sino por el daño que causa a la legitimidad de las instituciones y a la cohesión social. Me refiero a las gravísimas acusaciones que se han venido haciendo contra el alcalde de Ibagué, Andrés Hurtado, el gobernador del Tolima, Ricardo Orozco, y el senador Óscar Barreto, principal responsable de la elección de uno y otro.

Un Nuevo Radicalismo

Regenerar la política es una prioridad nacional, pocas cosas son más importantes. En su degradación están las raíces de la mayoría de los males de Colombia, aunque la gente no lo vea así. La politiquería les quita el pan de la boca a los más desvalidos, les niega posibilidades de superación, los condena a ser pordioseros; se roba el dinero de la alimentación escolar; destruye conciencias, envanece y envilece; engorda los bolsillos de quienes parasitan en las arcas públicas; les resta posibilidades de progreso a municipios y departamentos. El presidente Petro ha debido comenzar por ahí, por promover una reforma política y electoral.

Crónica de una burla

Como algunas personas recordarán, porque hay quienes sí tienen memoria, aunque la mayoría no, en abril de 2014 Andrés Fabián Hurtado, administrador del aeropuerto Perales de Ibagué, permitió el ingreso de 51 vehículos y 2 motocicletas para que hicieran “piques” en la pista.

La Costa Nostra

Tenía dudas de comprar el libro de Laura Ardila, por temor a encontrarme solo con una denuncia sobre el entramado político-empresarial del clan Char en la costa Caribe, una relación de hechos ya más o menos sabida. Finalmente, lo hice, y debo decir que va más allá de mis expectativas. Es un documento fundamental para entender cómo funciona la política en Colombia, su grado de descomposición y cómo se articulan las élites regionales con las bogotanas.

Amores que se van

El año pasado llegaron al Tolima US$238,43 millones por concepto de remesas de tolimenses radicados en el extranjero (Banco de la República). Los principales países de origen fueron Estados Unidos (US$160,24 millones) y España (US$24,44 millones). Esto es mucho más que las exportaciones de café, hasta hace poco nuestro principal producto de exportación, tanto de Colombia como del Tolima.

Los sueños de William

Los únicos sueños que merecen realizarse son los que uno tiene despierto. Esta semana tuve una grata conversación con William Ospina, y pude conocer algunas de sus propuestas como candidato a la gobernación del Tolima. Una de ellas, recuperar el río Magdalena. Me fui directo a mi biblioteca, a releer el libro que Wade Davis escribiera sobre nuestro gran río. En particular, el capítulo relacionado con Honda y Girardot. Todo colombiano debería leerlo, y ser una lectura obligatoria en los colegios de bachillerato y universidades.

Dignificar los oficios y las artes

Si se pudiera hablar del “sueño colombiano”, uno de sus componentes sería cursar una carrera universitaria y ser “doctor”. Así fue hasta hace unos pocos años. Obtener un título profesional era comprar un pasaporte para el mundo laboral y asegurarse ascenso social. Los esfuerzos de miles de padres de familia se concentraron en darles educación superior a sus hijos.