Los paradigmas de la política

Rodrigo López Oviedo

La corrupción campea tanto en Colombia que ya ni el periodismo se salva. Hoy no es raro ver, por ejemplo, que un periodista se extreme en esfuerzos por distorsionar la verdad, o por buscarle retorcidas interpretaciones, si con ello puede mermar o acentuar la acogida de alguien, según su parecer.
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La última entrevista de Vicky Dávila a Gustavo Petro es un buen ejemplo. Aparentando desconocer la diferencia entre los delitos comunes y los delitos políticos, esta periodista calificó de hampones a quienes, en algún momento de sus vidas, se vieron compelidos a ejercer el derecho a rebelarse contra las políticas despóticas de entonces, entre las cuales colmó la copa el fraude perpetrado para impedir la derrota electoral de Misael Pastrana Borrero. Se refería al M 19, y a Petro entre ellos.

Ese es uno de los casos más sonados que hemos visto, y de los más dignos de rechazo, pues no podemos aceptar que el periodismo se utilice para repartir loas o látigo al arbitrio del respectivo periodista.

Sin embargo, no es el caso más dañino; al fin de cuentas, a ese Petro, al que la susodicha periodista le dijo hampón, hace mucho que el pueblo lo redimió de vejámenes como ese, sobre todo al ver con qué denuedo defendió en la Constituyente del 91, en el Congreso y en la Alcaldía Distrital -y defiende en sus correrías por el país- esas ideas de redención que tanta acogida le vienen dispensado desde entonces.

Más dañinos han sido otros procederes que tratan de mostrar, no características anómalas del personaje, sino las que más resistencia puedan generarle entre sus potenciales seguidores. Carlos Gaviria fue víctima de tales maniobras cuando le preguntaban, por ejemplo, por su agnosticismo. Y se lo preguntaban, precisamente, porque sabían que este dirigente respondería sin ambages ni cálculos electoreros, no importándole cuántos votos perdiera en medio de un electorado crucificado en los dogmas de la fe. La verdad es que perdió muchos.

A este tipo de consecuencias también se ha querido condenar a Petro, quien, como es de esperar en alguien que busca implementar una forma decente de hacer política, también ha puesto su honestidad por encima de las urnas. No obstante, y seguramente por su afán de diferenciarse, no hace mucho soltó una respuesta a mi juicio controversial cuando se le preguntó si era hombre de izquierda, de derecha o de centro. Con toda firmeza contestó que no veía la política dentro de ese espectro, sino bajo las categorías de vida y muerte. Como tal respuesta la considero evasiva, y no estoy de acuerdo con ella, pronto le dedicaré unas nuevas 444 palabras.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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