¡Qué tristeza, ya va un mes!

Rodrigo López Oviedo

Se cumplió este pasado 28 de mayo el primer mes de las protestas callejeras, mediante las cuales se ha hecho sentir con especial crudeza el Paro Nacional, el cual ha resultado particularmente perturbador para los protestantes mismos.
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La conmemoración de este primer mes no fue, por cierto, la celebración masoquista de todo el cúmulo de desventuras que ha traído consigo, pero sí la de haber resistido un desafortunado cúmulo de condiciones adversas, sin que las flaquezas a que somos tan propensos los humanos se hubieran manifestado entre los protestantes. Ni siquiera el doloroso espectáculo de ver caer asesinados a más de 50 participantes ha servido para doblegar su espíritu.

Obligados por el gobierno indolente de Iván Duque, han tenido que soportar hambre y sed en sus protestas, temperaturas caniculares, fatigas intensas y lluvias sin tregua, todo por resistir a un régimen amenazante que ha llegado al colmo de soltar las riendas a sus organismos de seguridad para que puedan actuar sin Dios ni ley. Lo peor es que ahora se sentirán animados para seguir haciéndolo, y con mayor desparpajo, pues de seguro se sentirán respaldadas por un Congreso al que le faltó coraje para aprobar la moción de censura presentada por la bancada alternativa contra el ministro de Defensa, Diego Molano, precisamente por consentir tales procederes.

A propósito de los organismos de seguridad, sus comandantes, en lugar de justificar tales atropellos y anunciar tímidamente “exhaustivas investigaciones”, deberían informarle al país cuántas de las acciones reprimidas no son realizadas por sus propios infiltrados. Y preguntarse cuántas no son ejecutadas por alguno que otro resentido al que le parezca estar en una ocasión propicia para cobrar venganza por años y años de vida bajo privaciones extremas y cuántas no lo son por equivocados personajes que creen que pueden “incendiar la pradera” y construir sobre sus cenizas una realidad más favorable.

Se trata, claro está, de acciones de minorías; acciones que no han sido orientadas por los directivos del paro, y que pueden desembocar fácilmente en anarquía, con lamentables consecuencias para sus ejecutores, pero, sobre todo, lastimando a un movimiento social que prefiere actuar organizadamente, que es como se pueden evitar los riesgos de tan peligrosas desviaciones.

Ojalá no se necesite de otro mes para ablandar la conciencia del gobierno, que contó con más de un año para atender los reclamos que hoy tienen al pueblo en pie de lucha. Un año que tan solo le sirvió para proyectar nuevas medidas antipopulares, las mismas de las que tuvo que retractarse ante la reacción que causaron, como tendrá que retractarse de las que se le vuelvan a ocurrir.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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