Más sobre las listas abiertas y cerradas

Rodrigo López Oviedo

Según la normatividad política vigente, los partidos tienen disponibles dos sistemas de listas para encarar los procesos electorales, los sistemas de listas cerradas y listas abiertas.
PUBLICIDAD

El sistema de listas cerradas permite al elector votar por el partido al cual respaldan, sin señalar preferencias por ninguno de sus candidatos. A diferencia de este, el sistema de listas abiertas, además de permitir que el elector vote por su partido, le permite que vote también por su candidato preferido.

Esa doble facultad que le otorga al elector el sistema de lista abierta le da a este un carácter aparentemente más democrático, ya que son los electores los que con sus preferencias deciden cuáles candidatos disfrutarán de las curules que se ganen, y no los jefes del partido, que son los que según sus intereses ubican a los candidatos en las listas.

Hay, sin embargo, una marcada preferencia de los sectores democráticos por el sistema cerrado. Con dudosas explicaciones, les endosan a listas abiertas problemas venidos de tiempos en los que estas no existían y para cuya solución han resultado inútiles cuantos esfuerzos se han realizado. Han dicho, por ejemplo, que este sistema no ha servido para superar la corrupción electoral y el caudillismo. ¿Acaso no es más proclive a estos problemas el sistema de listas cerradas, en el cual todas las potestades de decisión sobre candidaturas y posibilidades de elección están en cabeza del grupo directivo del partido?

Lo responsabilizan en buena medida de la desinstitucionalización de los partidos, de su pérdida de credibilidad y hasta del canibalismo político que puede darse bajo su sombra. ¿Acaso esos problemas no comprometen, antes que nada, a sus direcciones?

Lo critican porque sus listas son supuestamente más fáciles de penetrar por mafias de todo tipo. ¿Acaso para evitarlo no están los avales, cuya expedición estará siempre en las mismas manos directivas, no importa que el sistema sea abierto o cerrado?

Lo sindican de prohijar incongruencias entre los idearios del partido y los candidatos. ¿No estarán olvidando que, en medio de la escasez de sufragantes que padecen las organizaciones partidarias, se hace indispensable la difícil conformación de coaliciones entre partidos cuyas coincidencias ideológicas no van más allá de las propuestas electorales?

Y así como las anteriores, son la casi totalidad de las demás críticas al sistema de listas abiertas. Como se ve, casi todas corresponden al sistema político en general y solo algunas al sistema de listas, especialmente a las cerradas.

Podríamos decir mucho más, por ejemplo, que para encarar tales problemas, y muchos otros, necesitamos más democracia, no su mutilación, pero se me volvieron a agotar mis 444 palabras.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

Comentarios