Respaldo crítico

Rodrigo López Oviedo

En términos generales, quienes respaldamos las propuestas electorales de Gustavo Petro estamos satisfechos con muchas de las decisiones políticas y sociales que ha adoptado como presidente, lo cual nos mantiene en la tónica de seguir acompañándolo… siempre que no dé motivos para otra actitud.
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Ese “siempre que…” es necesario formularlo ante la eventual realización de concesiones que vayan más allá de lo admisible o, más aún, en contravía de lo que el pueblo respaldó en las urnas, aunque no sobra advertir que podrían aceptarse las que sean indispensables al mantenimiento de la gobernabilidad que, si hoy existe, es gracias a los acuerdos establecidos con las expresiones políticas que se arrimaron a Petro después de verlo lucir la banda presidencial.

Hasta dónde puedan llegar esas conciliaciones es cosa que dependerá de la intensidad y tipo de respaldo popular que el Gobierno consiga ante cada medida. Por eso, tal respaldo debe superar lo meramente emocional y hacerse práctico, es decir, expresarse en las calles. Pero también debe transformar el hoy predominante respaldo incondicional en un más útil respaldo crítico, que es el que puede adoptar formas de merecido aplauso, pero también de reparo sensato, e, incluso, de rechazo firme, siempre que tales conciliaciones dejen de ser razonables.

Esta observación es pertinente dado lo costosas que han sido algunas de las concesiones aceptadas por presión de no pocos congresistas y líderes sociales, más interesados en prebendas personales o de grupo que en el bienestar general. Tal es el caso de la reforma tributaria, cuyos cálculos iniciales señalaban que arrojaría 29 billones de pesos, para finalmente tenernos que resignar con 19. Es también el caso del incremento real del salario mínimo, cuyo porcentaje resultó inferior al último de Iván Duque, y el que ocurrirá probablemente con la reforma del régimen de salud, del cual esperamos que no nos salgan con que ni siquiera desaparecerán todas las EPS, pues podrían conservarse las que acrediten algún grado de viabilidad. A propósito, ¿será de igual origen la compra de aviones de combate?

Pero no le echemos al Gobierno toda la culpa de las conciliaciones que se han hecho ni de las que seguramente vendrán. Achaquémosela también a la debilidad de las organizaciones sociales y fuerzas alternativas que lo respaldan, de las cuales, además de complacencias, no hemos recibido ninguna observación respecto de lo que hubiéramos podido alcanzar de más, o perder de menos, si nos hubiéramos movilizado oportunamente y con firmeza. Al día de hoy, una orientación en ese sentido podría reducir enormemente el número y profundidad de las conciliaciones que Petro se vea obligado a realizar en el futuro. ¿Estarán dispuestas tales organizaciones a promoverla?

 

 

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RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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