No hay camino para la paz, la paz es el camino

Rodrigo López Oviedo

La reacción de los opositores a Petro ante la declaratoria de cese bilateral de fuego con el Eln solo tiene una explicación: a esos opositores, sobre todo a los más extremos, nada les parecerá que se esté haciendo bien en materia de paz, sencillamente porque cualquier cosa que se haga con tal propósito va en contravía de la única paz que aceptarían, la paz de los sepulcros.
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Y decimos “aceptarían” porque esa paz tampoco coincide con sus deseos: la paz que realmente les interesa es aquella que no se logre nunca; aquella cuya búsqueda no agote la expansión de sus inconmensurables riquezas; aquella cuya búsqueda les ha permitido expandir sus dominios territoriales a través de la expropiación a los campesinos, de la ejecución de multimillonarios contratos en que la guerra es pródiga, del tráfico de drogas, equipos e insumos bélicos y de cuantas otras formas de enriquecimiento ilícito puedan darse en semejante ambiente.

En uno de los aspectos en que más énfasis han hecho estos críticos del cese bilateral, en el cual se han presentado inexplicables coincidencias con uno que otro integrante de la coalición gobernante, es en que tal medida ha sido fruto de la improvisación. Lo curioso es que no le hayan aplicado el mismo calificativo a los decretos referidos en igual sentido a las otras cuatro organizaciones alzadas en armas que sí acogieron la decisión del cese bilateral.

Es posible que lo mejor hubiera sido que los decretos se hubieran expedido con posterioridad a la definición de unos protocolos acordados con las organizaciones vinculadas actualmente al proceso de paz total. Sí, es posible… aunque tal paso no habría sido más que una simple formalidad, sobre todo con el Eln, que ya había cumplido un cese unilateral cargado de riesgos, a diferencia de este que, por el contrario, le prodigaría la tranquilidad necesaria para poder concentrarse en el diseño de una propuesta de paz en la que todo el país ganara, como muy seguramente es su deseo.

Por fortuna la experiencia política de Petro es basta, y ello le permitió conjurar el escándalo de una manera ponderada y elegante, logrando mantener satisfactoriamente ambientada la relación con esta insurgencia para continuar el proceso. Lo que no sabemos es si haya quedado igualmente bien conjurado el alboroto levantado por la derecha, ante lo cual lo más razonable es creer que no. De allí que las fuerzas amigas de la paz, entre las cuales deben estar todas las fuerzas integrantes del petrismo, no pueden bajar la guardia. Como decía Gandhi, “no hay camino para la paz, la paz es el camino”.

 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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