Entre los acuerdos del Estado con las FARC-EP, el de la apertura democrática fue tal vez el que más ilusiones despertó entre los colombianos, pues sembró en sus corazones la esperanza de poder contar al fin con un escenario político en el que no hubiera campo para la violencia como método para dirimir las diferencias entre los defensores del statu quo y los impulsores del cambio social.
Hay en el título de este comentario una intención, pero también un riesgo. La intención de resaltar la figura de Vladímir Ilich Uliánov a 100 años de su fallecimiento y el riesgo de que se entienda que con su partida desapareció su reconocida influencia en los destinos del proletariado mundial.
A la derecha siempre le ha quedado fácil gobernar. Lo hace apoyada en todos los poderes, los legales y los fácticos, casi siempre alineados de manera tan cuidadosa que los ruidos que a veces creemos escuchar no son más que meros desajustes de volumen fáciles de corregir.
Con la renuncia de Andrés Palencia Fajardo, el último fiscal que tuvo asignada la tarea de solicitar de nuevo la preclusión del proceso penal que se le sigue a Álvaro Uribe por manipulación de testigos y fraude procesal, se refuerza la incertidumbre de los colombianos acerca de tal caso, en el cual figura como víctima el senador Manuel Cepeda Castro.
Si no fuera porque la democracia en Estados Unidos es puro cuento, incluido su más exaltado símbolo, el derecho de la ciudadanía a cambiar periódicamente el retrato de sus mandatarios, podríamos calificar de imposible lo ocurrido en ese país hace tres años: el desconocimiento de una elección presidencial por parte del presidente en ejercicio.
Según los datos del Dane, publicados este pasado 29 de diciembre, el incremento anual del IPC terminó marcando un 10,23 %. Ante tal dato, el aumento nominal del salario mínimo decretado por Petro para este 2024, que fue del 12,06 %, resulta irrisorio, pues, descontada la inflación, solo representa un incremento real del 1,83 %, es decir, el más bajo que hemos tenido desde el año de 2019.
Dado el carácter vinculante que tienen las normas legales de todo país, su aprobación debiera regirse por la más amplia democracia, pero eso no ocurre en Colombia. Lo que puede observarse en las sesiones de nuestro Congreso es que allí se birlan todos los estándares que son de esperar de una discusión democrática. Priman en él los lugares comunes en vez de los argumentos; las descortesías y, a veces, las zambras, antes que el respeto; el ausentismo, en lugar de la participación responsable; la actitud obsecuente ante un líder o bancada, y no el examen riguroso de los temas, aunque en esta actitud hay una ilegítima justificación en la Ley de bancadas, que así lo autoriza.
No obstante que al empleo le fue bien en 2023, hay una preocupación latente para el 2024, pues los sectores de la industria y de la construcción no estuvieron acordes con ese resultado y fueron los que más incidieron en el crecimiento negativo que experimentó la economía.
20 exministros y exviceministros de salud, responsables en buena medida del estado crítico de nuestro sistema de salud pública, suscribieron una carta de rechazo a su reforma.