Democracia imperfecta

Hernando Salazar Palacios

Hace pocos días fue publicado el Índice de Democracia 2014, que elabora The Economist Intelligence Unit, donde Colombia figura como un país con democracia imperfecta.

No quiero que suene a excusa, pero en esa misma categoría también están otros países de América Latina, como Chile, Brasil, Panamá, Argentina, México, Perú, El Salvador y Paraguay.

Mientras el estudio sitúa a Noruega -por cuarto año consecutivo- como el país más democrático del mundo, señala que “América Latina es incapaz de progresar en la democratización” y eso es muy preocupante.

De hecho, sólo dos países de la región -Uruguay y Costa Rica- son considerados como democracias plenas.

Los demás países no hemos hecho bien la tarea. Obviamente, si uno compara lo que pasa en Colombia con lo que sucede en Cuba o en Haití, que son considerados gobiernos autocráticos por el estudio, pues estamos mucho mejor.

Sin embargo, al mirar en detalle los indicadores, surgen las preocupaciones por el tipo de democracia que tenemos en Colombia.

Veamos. El índice evalúa aspectos como el acceso a las urnas, proceso electoral y pluralismo, las libertades civiles, la funcionalidad del gobierno, la participación política y la cultura política.

Y ahí surgen los números en rojo del balance. ¿Qué tan transparente y confiable es nuestro sistema electoral? ¿Qué tantos votos se venden y se compran? ¿Qué tantas elecciones se ganan después de que se han cerrado las urnas? ¿Es significativa la participación política? ¿Es genuina? ¿Qué tipo de cultura política tenemos? ¿Funcionan adecuadamente los gobiernos? ¿Se exigen responsabilidades políticas? ¿Opera la justicia? ¿Se están venciendo las desigualdades?

Cuando se mira en detalle por qué razones Noruega sale tan bien rankeado en términos de democracia, se concluye que en Colombia estamos muy lejos. Y lo digo porque la BBC les preguntó a varios expertos cuáles son los secretos de una buena democracia y estos respondieron: instituciones públicas fuertes, cultura basada en la confianza y baja desigualdad.

Esta democracia imperfecta hay que perfeccionarla, ahora que nos enfrentamos a la titánica tarea de construir la paz. Y ese es un desafío colectivo que le corresponde superar no sólo al Gobierno, sino al resto de las instituciones del Estado, a los partidos políticos, a las organizaciones sociales y a toda la sociedad civil. Porque de poco sirve decir que tenemos la democracia más antigua de América Latina, si sigue siendo tan imperfecta. Mejor digamos que apenas tenemos democracia.

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