¿Esto es democracia?

Hernando Salazar Palacios

Colombia suele sacar pecho cuando dice que es la democracia más antigua y estable de América Latina, porque en el último siglo sólo tuvimos un golpe militar, el de Gustavo Rojas Pinilla en 1953, porque aquí hay separación de poderes, y porque tenemos elecciones periódicas y libres.

Eso es cierto en la apariencia, pero muy alejado de la realidad en la práctica.

Cuando admitimos que Colombia sufre un conflicto armado interno desde mediados del siglo, entonces se nos empieza a entrar el agua a la canoa de la democracia. Porque, como dice el investigador Andrés Suárez, del Centro Nacional de Memoria Histórica, un conflicto armado es la “antítesis de la democracia”.

Hablamos de un conflicto donde las contradicciones políticas se suelen resolver a bala y donde los opositores se tratan como enemigos que deben ser exterminados.

Es cierto que aquí elegimos cada cuatro años presidente, gobernadores, alcaldes, congresistas, diputados y concejales, y que hay pluralidad de partidos e incluso los candidatos se pueden inscribir con firmas.

Pero también es cierto que espectáculos como la feria de avales que acabamos de ver nos hace pensar en qué tan genuinos son los partidos y los candidatos que los representan. Y lo mismo piensa uno cuando se da cuenta de que los mandatarios elegidos no suelen rendir cuentas.

Por ejemplo, el alcalde de Ibagué, Luis H. Rodríguez, elegido a nombre del Partido Liberal, ahora acompaña con mucho entusiasmo al candidato Toledo, apoyado por otros partidos, como Cambio Radical, el de La U, el Mira y Opción Ciudadana.

Sería bastante suicida elegir a Toledo, quien promete ser el continuador de la gran obra que iniciaron Jorge Tulio Rodríguez, Chucho Botero y Luis H.

Me refiero con ello a la obra de destrucción de Ibagué, una capital cuya apariencia da pena ajena.

Una amiga me dijo hace unos días que la ciudad tiene el aspecto de una plaza de mercado, pero bien sucia, como suele estar, por ejemplo, la de la 21 cuando uno pasa en las tardes y el hedor de las basuras y los desperdicios es repugnante.

Pero no sólo son los malos olores los que ensombrecen la administración de Luis H., sino también su falta de gestión y su incapacidad de rendir cuentas, de mostrar su patrimonio y de decir, por ejemplo, cómo hizo para pasarse a un súper apartamento perfectamente amoblado, medio año después de asumir el cargo.

Don Luis H. no habla de eso, porque no se estila y así se lo enseñaron sus antecesores, Jorge Tulio y Chucho.

Una encuesta del noticiero CM&, elaborada recientemente por el Centro Nacional de Consultoría, sitúa a Luis H. Rodríguez entre el grupo de mandatarios locales con más baja aceptación en el país.

Según la encuesta, tan solo un 25 por ciento de los encuestados aprueba lo que ha hecho el Alcalde.

Se tiene que dar por bien servido Luis H., después de haber hecho una administración tan desastrosa, que -mediante la mermelada- quiere continuar con el señor Toledo. Y somos tan de malas, que lo eligen.

¿Esa es la democracia de la que nos sentimos tan orgullosos?

Comentarios