¿Réquiem por la Defensoría del Pueblo?

Hernando Salazar Palacios

Las denuncias en contra del defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, por acoso laboral, parecen ser mucho más que simples casos “casos aislados”.

Que un Defensor sea un maltratador sistemático de muchos de sus subalternos es una profunda contradicción y así lo han dejado en evidencia los testimonios -muy creíbles- de su exsecretaria privada y de otros altos funcionarios que se han ido de la entidad. Debo confesar que me despertaba muchas sospechas el pasado del Defensor, por haber sido asesor legal de la pirámide DMG y como magistrado del Consejo Superior de la Judicatura.

En un país con una pobre cultura por el respeto a los derechos humanos es, además, muy frustrante que la Defensoría del Pueblo haya caído a niveles tan bajos con Otálora.

Haciendo memoria, salvo el papel que desempeñó el primer defensor del Pueblo, Jaime Córdoba Triviño, con quien trabajé un año y medio, es muy poco lo que han hecho sus sucesores.

¿Recuerdan la propuesta nazista de esterilizar a las prostitutas que formuló el fallecido José Fernando Castro Caycedo?

¿Y qué tal cuando el gran jurista Eduardo Cifuentes Muños renunció al cargo en 2003 para irse a trabajar a la Unesco cuando se necesitaba un Defensor del Pueblo con coraje en la época de Álvaro Uribe?

¿A quién dejó Cifuentes? A Volmar Pérez, quien estuvo nueve años en la Defensoría y se volvió un perrito faldero del gobierno de Uribe, que fue campeón en la violación a los derechos humanos. La Defensoría guardó un silencio casi cómplice con todos los desmanes que ocurrieron en ese período.

Hace tres años, cuando llegó al cargo, para suceder a Pérez, Otálora le dijo a la revista Semana que el Defensor del Pueblo debía “inspirar respeto y legitimidad”.

En esa misma entrevista le preguntaron a Otálora qué le gustaría decir sobre su gestión al final de su período y respondió: “Me iría muy tranquilo si dejo a la Defensoría con una credibilidad y una legitimad para que en todos los conflictos grandes o pequeños, regionales o nacionales, la gente diga que quiere que la entidad los acompañe en sus demandas y reclamaciones, que la quieran ver sentada a su lado en todo momento”.

Con las denuncias de acoso laboral, y cuando todavía le falta un año, yo preferiría que la Defensoría de Otálora no estuviera a mi lado. Y también me pregunto si llegó la hora de hacer un réquiem por la Defensoría del Pueblo.

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