Las lecciones de Rigoberta

Nelson Germán Sánchez

Muy enriquecedor para el debate argumentativo colombiano frente a los diálogos que adelantan el Gobierno nacional y la guerrilla de las Farc en busca del fin del conflicto armado resultó, la visita a Ibagué, en el marco del evento de apertura de conmemoración de los 70 años de creación de la Universidad del Tolima, de la premio Nobel de Paz, Rigoberta Menchú Tum.

Y digo enriquecedor, pues su experiencia, su recorrido en estos temas y su liderazgo en asuntos de paz, de reconciliación, de perdón y de justicia en tantas partes del mundo, lo mismo que su lucha permanente en la defensa de los derechos humanos y los derechos de las comunidades indígenas y sectores marginados, la convierten, sin duda alguna, en autoridad para decir lo que dice.

Por ejemplo, el pedir no devaluar palabras como el perdón, la reconciliación o la paz. Es decir, entender que no es lo mismo perdón o perdonar para alguien a quien cualquier actor armado le haya matado su familia, desplazado, arruinado, afectado física, moral, emocional y psicológicamente que a una persona a quien el conflicto no lo ha tocado jamás. Igualmente, que términos como reconciliación se consiguen luego de tener justicia y verdad total, por ejemplo, que el asesino reconozca el crimen y diga qué ocurrió con el cuerpo si este nunca apareció; o que se dé una pena y una condena así sea pírrica, pero que se diga a la sociedad misma mediante el sistema de justicia que ese asesino fue condenado, que fue culpable del crimen, que lo cometió, así solamente pague dos días de cárcel.

Igualmente, que la paz no se construye mediante el acuerdo del Gobierno y la guerrilla, que allí lo que cesará es el conflicto y la guerra, que de por sí es importante, “siempre será mejor un país sin guerra que con guerra” dijo; pero que esa paz depende del comportamiento individual y colectivo. De trabajar por acabar la inequiedad económica, las diferencias sociales y las exclusiones, buscar sistemas sostenibles que brinden condiciones más dignas a más personas, cuidar el medio ambiente y la naturaleza.

Por eso, a la agenda de negociación hay que meterle gente, se deben conocer públicamente y en detalle los puntos pactados, porque un pacto sin ese conocimiento y respaldo se volverá flor de un día, que a su vez será aprovechado por posturas facistas para exacerbar los ánimos frente a un acuerdo logrado lejos y a la espalda del ciudadano, quien no lo siente suyo porque no lo conoce.

De otro lado, que si la gente quiere más y mejores condiciones para un buen vivir, espacios en armonia, cambios estructurales en su comunidad, su ciudad, su país o el mundo, eso no se consigue solamente con acuerdos de paz, tiene la obligacion de participar políticamente en los espacios de decisión y de poder establecidos. Porque es tan culpable el funcionario y el político inepto, ladrón o perezoso como quienes lo ayudaron a elegir para llegar a donde está o para quienes siempre escudan su propia responsabilidad con el cuento de que son apolíticos y no viven de eso.

“Todos somos políticos, es una condición natural del ser humano. La única manera de no serlo es no nacer o quedarnos en el vientre de la madre”, señaló la Nobel. Por tanto, la responsabilidad es de todos, de quienes votan, no votan, votan en blanco, anulan el voto en las democracias o de quienes desde su órbita personal y social no asumen un papel transformador en otros sistemas sociales.

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