Una reflexión sobre el uso de armas

Desde todas las ramas del poder público y todos los sectores de la sociedad se deben condenar de manera enérgica, franca y directa los discursos de odio, la justificación de la violencia y el uso de las armas por parte de particulares.

El joven Lucas Villa es la más reciente víctima de una tendencia peligrosa en Colombia, la cual es la de entregar armas a los civiles para que se defiendan “de los delincuentes”, por medio de la creación de grupos de justicia privada. Desde los pájaros de la época de la violencia, pasando por las autodefensas en los sesenta, los escuadrones de la muerte creados por los narcotraficantes en los ochenta, hasta los paramilitares que surgieron en los noventa, amparados en las Convivir, y los paramilitares de nueva generación, nuestra historia está plagada de estos casos que a lo largo de los años han dejado una estela de sangre en campos y ciudades.

En estos momentos de aguda confrontación, de señalamientos y de polarización conviene a las autoridades y a los dirigentes políticos ser prudentes en sus discursos y medir el alcance de sus palabras, para no incitar más a la violencia ni invitar a los ciudadanos a armarse para repeler a los “vándalos”, como se intenta estigmatizar a quienes participan en las protestas.

Son inquietantes las imágenes provenientes de un barrio de Cali, en las que hombres en lujosas camionetas aseguran que tienen miles de armas para frenar a los “vándalos”, y los patrullajes que hacen en Envigado hombres armados que amenazan con asesinar a los participantes en las marchas que causen destrozos. Estos llamados ya tuvieron su primera y fatal consecuencia cuando desde un vehículo particular dispararon contra un grupo de personas que estaba protestando en contra de la violencia en Pereira; el saldo fue de tres jóvenes heridos. Uno de ellos, Lucas Villa, quien se encuentra en delicado estado de salud. Este hecho tiene un ingrediente adicional y es que el alcalde de Pereira fue cuestionado, pues había entregado declaraciones el 2 de mayo, según las cuales convocaría a un frente común, con  gremios y seguridad privada, “para recuperar el orden”; sus palabras fueron tomadas como una invitación a los particulares para proteger sus propiedades mediante el uso de armas. El alcalde tuvo que salir posteriormente a ofrecer excusas, y a decir que sus palabras fueron malinterpretadas.

Los mensajes hostiles hacia los manifestantes son semillas que germinan en grupos extremistas que tienen los recursos para armarse y “defenderse”. Desde todas las ramas del poder público y todos los sectores de la sociedad se deben condenar de manera enérgica, franca y directa los discursos de odio, la justificación de la violencia y el uso de las armas por parte de particulares.

El Nuevo Día.

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