¿El del agua, un problema insoluble?

Lo más preocupante es que no se avista una salida en el corto plazo, ya que la respuesta del mandatario local ante tal problemática ha sido responsabilizar a su antecesor. Y, posiblemente, el siguiente haga lo propio, si no es de la misma línea del actual.

Garantizar el servicio de acueducto sin interrupciones en Ibagué  parece un imposible. Con cierta ironía, los ibaguereños aseguran que el agua solo se va cuando llueve, pero en época de sequía… también. Los ciudadanos tienen la certeza de que cuando cae un fuerte aguacero en el Cañón del Combeima, ese día no habrá suministro. 

La situación no es reciente: hace cerca de treinta años, cuando el periódico comenzó el registro de los aconteceres del Departamento, se expuso este como uno de los principales problemas de la ciudad. En aquellos tiempos, el precario servicio era el resultado de negligentes y corruptas administraciones. A comienzos de los años noventa, se construyó una bocatoma subsuperficial, con un elevado costo y se presentó como la solución a los permanentes cierres de la bocatoma, causados por la alta turbiedad del agua cada vez que llovía; pero, como se pudo comprobar más adelante, la obra fue un fracaso.

Años más tarde se planteó la posibilidad de construir una represa, por medio de una asociación público privada, pero el proyecto se quedó en el papel. También Cortolima anunció que con obras de mitigación en el Cañón del Combeima y la construcción de bocatomas alternas se pondría fin a los problemas de sedimentación que afectan la captación del agua para consumo. No obstante, la realidad demuestra que en lugar de tareas de mitigación, las autoridades están permitiendo la tala y la construcción de viviendas sin control que causan un impacto negativo en este frágil ecosistema.

 Como una solución definitiva, desde hace más de veinte años se proyectó un acueducto complementario, cuyas primeras obras no fueron debidamente planificadas y quedaron sepultadas por un derrumbe. No obstante, hay que reconocer que posteriormente se hicieron ajustes a los diseños y los trabajos han avanzado, a pesar de los tropiezos, y en esta administración se consiguieron recursos para finalizarlo. 

Las lluvias de los últimos días sacaron a flote la dimensión del problema, pues, antes, las suspensiones no eran tan prolongadas y permitían que por lo menos los ciudadanos almacenaran agua mientras se presentaba un nuevo corte. En esta ocasión no ha sido así y hemos visto como la impaciencia por la falta del servicio ha llevado a las calles a  protestar a ciudadanos de la ciudadela Simón Bolívar, El Salado y unidades residenciales como Alminar Samoa y Arboleda Campestre; en este último sector, los habitantes están desesperados porque llevan más de 15 días sin agua y sin solución a la vista, ya que solamente se conocen las acusaciones mutuas entre el Ibal y la constructora a cargo del proyecto habitacional. 

Lo más preocupante es que no se avista una salida en el corto plazo, ya que la respuesta del mandatario local ante tal problemática ha sido responsabilizar a su antecesor. Y, posiblemente, el siguiente haga lo propio, si no es de la misma línea del actual.

EL NUEVO DÍA

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