Catástrofes advertidas

No obstante, cabe preguntarse si el Gobierno local, Cortolima, los agricultores, los ganaderos, los dueños de restaurantes y otros negocios acatarán las recomendaciones de los estudios o, simplemente, ¿rezarán para que no llueva más?

La emergencia que causó el desbordamiento del Combeima, aunque suene trillado, es una catástrofe anunciada. Las múltiples señales de advertencia han sido desatendidas. Los estudios no han sido tenidos en cuenta. El cañón está sobrecargado. La ronda del río está invadida desde Juntas hasta el puente de la variante. Los bosques han sido talados de manera inmisericorde. 

Las construcciones se multiplican por doquier. Se siembra en las laderas sin tener en cuenta las condiciones del lugar ni los cultivos adecuados para retener el agua, fortalecer el terreno y controlar los deslizamientos. En la parte alta se practica la ganadería intensiva. También se habla de minería ilegal.

La situación en el Combeima es delicada, además, porque el Ideam ha advertido desde hace semanas sobre el aumento de la intensidad de las lluvias por causa del fenómeno de La Niña, que apenas comienza; de manera que se esperan fuertes precipitaciones en octubre y noviembre.

Después del desastre de 2009, cuando Villarrestrepo llevó la peor parte, se expidió el documento Conpes 3570, que definió las estrategias para mitigar el riesgo. Allí se asignaron las responsabilidades de cada entidad (Cortolima, la Alcaldía, la Gobernación y el Ministerio Ambiente) y se priorizó la recuperación de las cuencas de  ríos y quebradas, con el propósito de garantizar el abastecimiento de agua de la ciudad. Así mismo, se estableció la necesidad de reglamentar el uso del suelo en los centros poblados del cañón.

Gracias a este Conpes, en 2013 se adelantó un estudio que señala los riesgos en Villarrestrepo, Llanitos, Juntas, Pastales, Pico de Oro; y concluyó que era preciso reubicar 148 predios. La reubicación no se cumplió; por el contrario, ahora hay más construcciones en las riberas, hay más talas y más cultivos. En la zona urbana hay 23 barrios con más de dos mil viviendas que deben ser reubicadas porque están en alto riesgo.

Las catástrofes naturales no se pueden predecir, pero con estudios, la ejecución de obras y la elaboración de planes de contingencia, sí se pueden atenuar las amenazas. ¿Qué han hecho las autoridades ambientales para frenar la tala, para controlar la erosión, para impedir que se construyan nuevos asentamientos en zonas de riesgo? ¿Qué se ha hecho por reubicar a las familias que ocupan estas zonas? ¿Qué hacen los organismos de control? ¿Para qué los costosos estudios? ¿Para engavetarlos?

Los ibaguereños sentimos y nos duele la tragedia de los damnificados; seremos solidarios y donaremos ayudas materiales y económicas. No obstante, cabe preguntarse si el Gobierno local, Cortolima, los agricultores, los ganaderos, los dueños de restaurantes y otros negocios acatarán las recomendaciones de los estudios o, simplemente, ¿rezarán para que no llueva más?

EL NUEVO DÍA

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