Hay que implementar nuevas acciones para impedir que las mujeres sigan siendo violentadas

En el caso de los feminicidios, los agresores emiten señales de alerta que no se deben pasar por alto, como la violencia física y sexual, el maltrato psicológico, la persecución, las amenazas y el acoso que en muchas ocasiones son normalizados por la mujer y su entorno.

No por ser una historia mil veces repetida deja de ser escalofriante: la situación de violencia contra la mujer en Colombia es cada día más grave, sin que se hallen fórmulas para aliviar esta dolorosa tragedia. El periódico Q´hubo Ibagué publicó un informe especial que presenta una completa radiografía, bajo el título “¡Qué miedo ser mujer en Colombia!”

Las mujeres son sometidas a diversas formas de violencia, desde la infancia hasta la edad adulta. En la niñez y la adolescencia son víctimas de abuso sexual y maltrato, la mayoría de las veces, por parte de sus familiares y cuidadores. En la juventud y la edad adulta son objeto de acoso y agresiones por parte de sus parejas, que llegan hasta el extremo de asesinarlas si deciden dar por terminada la relación.

En 2021, 993 mujeres fueron asesinadas en Colombia, señalan las cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, y 30.436 fueron agredidas por su pareja. En el Tolima se han registrado seis feminicidios en lo que va corrido del año; se han denunciado 382 casos de violencia intrafamiliar entre enero y marzo, y 292 denuncias de violencia de pareja han sido atendidas por Medicina Legal en el mismo periodo de tiempo.

Expertas analizaron el tema y expusieron como primera y urgente medida que no se sigan normalizando las agresiones a las mujeres. Así mismo, proponen crear nuevas estrategias, pues las que hasta ahora se aplican no han dado los resultados esperados; dejar de ver el problema como una situación individual y ofrecer apoyo y atención desde las escuelas, en las familias, en los barrios. Además, se requiere que los funcionarios encargados de recibir las denuncias sean entrenados en estos asuntos, porque su falta de capacitación los convierten en un obstáculo.

En el caso de los feminicidios, los agresores emiten señales de alerta que no se deben pasar por alto, como la violencia física y sexual, el maltrato psicológico, la persecución, las amenazas y el acoso que en muchas ocasiones son normalizados por la mujer y su entorno.

El problema no solo se debe combatir con penas fuertes (que ya existen), sino que se ha de educar en estos temas desde la primera infancia e involucrar en estos asuntos a hombres y mujeres para que desde pequeños aprendan que la violencia no es el camino para solucionar los conflictos y que el impacto de los comportamientos violentos afecta la vida de todas las personas. Es preciso seguir visibilizando esta situación para que más mujeres se atrevan a denunciar e informar de forma permanente sobre las rutas de atención. Como dice el diario Q’hubo “La violencia no debe volverse paisaje”.

El Nuevo Día.

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