El ruido es aceptado socialmente; tanto es así, que aquellos que se quejan de la música estridente o de los escándalos que hacen los vecinos, reciben insultos, agresiones y son tildados de “amargados”, porque reclaman su derecho a descansar.
Ciudades como Ibagué son verdaderamente ruidosas. Los pitos de los carros, las motos sin silenciador, los frenos de aire de las busetas, las sirenas de ambulancias, las chivas rumberas, los vendedores con perifoneo, la música a alto volumen en los comercios, en los establecimientos y en las casas son focos de contaminación que alteran la salud y el bienestar de los habitantes.
Desde 2006 se han promulgado 17 leyes que pretenden regular los niveles de ruido en las ciudades. Sin embargo, esta normatividad es confusa y dificulta las competencias de las autoridades para sancionar a los ruidosos, por lo cual interponer una queja es un verdadero laberinto de trámites; además, es casi imposible que alguna entidad consiga imponer sanciones.
El martes de la semana pasada, el Congreso de la República aprobó una ley que busca controlar de una vez por todas la contaminación por ruido. La norma establece los lineamientos para la implementación de una Política de calidad auditiva; así mismo, recopila y actualiza la normatividad vigente y endurece las sanciones para los ruidosos.
De acuerdo con la exposición de motivos, una cuarta parte de los colombianos que habitan en grandes urbes como Bogotá, Medellín y Cali están expuestos a niveles de ruido
que superan los límites permitidos. El ruido no solamente perjudica la salud, también es una interferencia indebida en la vida de las personas cuyos derechos a la intimidad y la tranquilidad son vulnerados en forma permanente.
El Ministerio de Ambiente tendrá 18 meses para revisar y actualizar los niveles máximos de ruido permitidos; el mismo tiempo se les dio a los alcaldes de ciudades con más de 100.000 habitantes para que elaboren un plan de acción para gestionar el ruido en sus jurisdicciones. Confiamos en que esta nueva norma sí servirá para poner freno a los ruidosos.
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