El novedoso Macron

Columnistas

Para ser buen líder político hay que ser ducho en varias disciplinas, poseer un pasado diverso e interesante y un futuro que se pueda adivinar por la ambición, la información y la resistencia a la parrilla ardiente que constituyen hoy redes sociales y medios. Ir conociendo de un político cosas nuevas cada tanto tiempo, lo fortalece, lo desmatricula de extremos y termina entregándole la opinión pública.
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El reelegido Emanuel Juan-Miguel Federico Macron, presidente número 25 de la República Francesa y Copríncipe de Andorra, es el jefe de estado francés más joven después de Napoleón. Como estudiante sin mucho brillo, fue rechazado en alguna de las Grandes Escuelas. Su perseverancia lo llevó a la ENA, escuela que ha educado a Presidentes de tan variadas ideas políticas como Hollande, de izquierda y Chirac, de derecha. Según un documento filtrado, la ENA iba a ser cerrada por el mismo Macron, su exalumno, para cambiar los procesos de entrenamiento y selección de los servidores públicos a raíz de las protestas de los Chalecos Amarillos extendidas por toda Europa y confrontadas violentamente por la policía. Un Presidente de la élite, educado por la élite, quiere acabar con la Escuela de la Élite.


Macron es pianista y casado con una dama veinticuatro años mayor, madre de tres hijos del marido del cual se divorció siendo ya su pareja. La conoció siendo maestra cuando Macron apenas tenía quince años. Cuando Trump visitó París, lo único que se le ocurrió como piropo a Mme. Brigitte fue: “Usted no está tan mal”.


Empezó militando y cotizando en el poderoso Partido Socialista Francés. Esa vinculación lo llevó a ser Jefe de Gabinete del Primer Ministro, Secretario General del Elíseo y Ministro de Economía y Tecnología en el gobierno progresista de Hollande. Antes hizo escuela con la Casa Rothshild: socialista y todo, aprendió entre 2008 y 2012 a ser banquero, lideró la OPA de Nestlé contra Pfizer (9.000 millones de euros) e hizo buena amistad con jefes de multinacionales europeas y norteamericanas y en general con el también poderoso MEDEF, catedral del empresariado francés. Por ello al ser nombrado Ministro de Economía, la izquierda más radical lo calificó de vendido. Se presentó a la candidatura presidencial a los 39 con el movimiento por fuera del establecimiento galo “En Marche”, cuyas iniciales coinciden con las de su nombre. Con EM ganó en 2017 de lejos contra la derechista Le Pen, a quien enfrentaría para la reelcción cinco años después derrotándola con menor ventaja y mayores dificultades para formar mayorías.


En el discurso de celebración, tal vez uno de los mejores en la historia democrática en lengua francesa, dijo: “Sé lo que les estoy debiendo”, e hizo una vehemente invitación a la unidad resquebrajada por la campaña, las protestas y el aislamiento de la COVID. “Somos un proyecto humanista, ambicioso para la independencia de Francia y de nuestra Europa, un proyecto social y ecològico de valores republicanos, cimentado en el trabajo y en la creación, en la liberación de nuestras fuerzas académicas, culturales y empresariales…que tenga en cuenta las las diferencias”.


En ese momento usó repetidamente el concepto que en Colombia nos trae tan malas memorias: la refundación, que parece más de una derecha nostálgica que de una izquierda de cambio. Refundar a Europa fue lenguaje común con Ángela Merkel para defender la unidad europea, amenazada por el Brexit. Ahora quiere sacarse el clavo con los británicos.


Ha puesto a funcionar un Consejo Nacional de la Refundación desde el pasado 8 de este mes con políticos, empresarios, sindicalistas, artistas, académicos, científicos y ciudadanos escogidos al azar. De 52 citados, 12 de la oposición no asistieron. “Los ausentes siempre se equivocan”, dijo Macron y anunció consultas en línea y referendos.


Veremos si el CNR es una institución para refundar la democracia o un intento para salvar su gobierno. Hay que seguirlo de cerca.

LUIS CARLOS VILLEGAS

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