La ropa de segunda mano toma fuerza en Ibagué: Con menos $100 mil puede hacerse la 'ganga'

Crédito: Juan Corredor / EL NUEVO DÍAEn los percheros se pueden encontrar piezas originales a un fragmento de su precio original.
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Comprar y vender ropa usada es una moda que cada vez incomoda menos, pues los buenos precios, la variedad y la calidad están persuadiendo a los ibaguereños.
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A pocos días de la Nochebuena y de la cuenta regresiva que da inicio al año nuevo, centenares de familias se preparan para renovar sus armarios y recibir estas festividades con la mejor ‘pinta’. De acuerdo con una encuesta realizada por Fenalco, a propósito de esta temporada navideña, los productos que más comprarán los colombianos son vestuarios, calzados y accesorios.

Sin embargo, según ese mismo informe, para este diciembre la cantidad de dinero que en promedio las personas están dispuestas a gastar, solo llega a los $400.000. Una cifra que representa una disminución de un 40 % en las inversiones que se realizarán, con respecto al año pasado, cuando las mismas llegaban a $500.000. 

Lo anterior, sería el reflejo de la complicada situación económica por la que atraviesa el país, en la que el poder adquisitivo de las personas se ha visto seriamente afectado, como consecuencia de la inflación, la cual, acorde con los datos más recientes del Banco de la República, cerró el año en un 12.53 %.

Es por ello que, queriendo estrenar vestuario, pero sin querer asumir un gran costo, por eso el mercado de la ropa de segunda mano se presenta como una solución práctica para decenas de colombianos, quienes encuentran en este modelo de negocio, varios precios asequibles.

“Esta es una opción distinta a la que uno está acostumbrado a ver en los centros comerciales, pues aquí se le está apostando a otras alternativas para vestir y para obsequiar. Vale la pena ver y escudriñar, pues hay precios que se acomodan al bolsillo de mucha gente”, comenta Óscar, un leal cliente de este tipo de negocios.

En este momento, si bien no existe un sondeo oficial por parte de las autoridades o de gremios empresariales, son muchos los puntos dedicados a vender las prendas que se dejaron de usar y que fueron desechadas de los closets. A su vez, independientemente del establecimiento al que se acuda, los cuales pueden variar dependiendo de su modelo de negocio, todos coinciden en afirmar que con $100 mil se puede renovar vestuario. Incluso  algunos llegaron a asegurar que ello se podía lograr con tan sólo $30 mil.

 

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Una experiencia exitosa

Cuando se habla de ‘brindarle una segunda vida’ a las prendas, uno de los negocios que sale a relucir debido a su trayectoria y crecimiento, es aquel ubicado en la carrera Cuarta con calle 42 de Ibagué, en donde las fronteras entre lo usado y lo nuevo se vuelven borrosas, pues la incólume ropa, el servicio atento y las pulcras instalaciones dificultan la distinción.

Su nombre es el Búnker Americano, un negocio administrado por Daniel Moya, el cual esconde entre sus percheros, auténticas joyas. Vestidos, blusas, camisetas, pantalones y gorras que, a pesar de haber pertenecido a alguien más, son de la más alta calidad, pues muchas de ellas son traídas del extranjero para su comercialización en el país.

“Este negocio ha tenido muchas transformaciones, empezamos con ropa nacional de segunda, pero mi madre se enfermó y tuvo que apartarse del negocio. Por aquel entonces yo viajaba y vivía en EE. UU. donde observé cómo este mercado se encontraba desarrollado, así que logré conseguir contactos y ahora podemos traer ropa americana”, comentó Daniel.

El emprendimiento de Moya y su familia, es la representación del potencial que tiene este mercado en la ciudad, pues solamente basta con abrir sus puertas al público, para que varios clientes se escabullan entre los pasillos y vestidores en búsqueda de ropa de marca que se adecue al largo y ancho de sus cuerpos. Como comenta Daniel, el negocio además tiene puntos en Espinal y Tumaco.

Asimismo, el crecimiento sería imposible si no se superan una serie de estigmas que existen en torno a poseer prendas que en el pasado han tenido otro dueño. Tales como lo poco higiénico que aquello sería, o que las malas energías de las personas se pueden traspasar por medio de la ropa.

En esa misma línea, contrario a lo que se podría creer, existen unos estándares de calidad relacionados con la ropa que se recibe, asegurando de esa forma que los clientes se lleven a sus hogares aquello que aún tiene un ciclo de vida útil por cumplir.

“En EE. UU. esto es culturalmente algo muy normal, pero en Colombia apenas estamos comenzando con eso, pues siempre es algo difícil concientizar a la gente que tiene esquemas en los que se cree que las prendas no están limpias. Sin embargo, considero que Ibagué ha evolucionado mucho, pues aunque no es una de las ciudades principales, sí se ha avanzado en aceptar esta tendencia”, afirmó Daniel.

A pesar de que el dólar ha aumentado en los últimos meses, encareciendo de esa forma las importaciones, ello no ha sido impedimento para traer buena mercancía, a muy buenos precios.

 

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El mercado de segunda mano en la era digital

De igual manera, el negocio de la ropa de segunda mano ha avanzado tanto, que cada vez resulta más recurrente observar que el mismo puede prescindir de instalaciones donde ofrecer en un local todos los productos, para darle paso a la modalidad del E-commerce.

Y es que si bien el comercio electrónico no es un fenómeno exclusivo de la ropa y el calzado, de las compras por un valor de $39,9 billones de pesos que hicieron los colombianos en el año 2021, muchas de ellas fueron hechas en la categoría de belleza y moda, según un informe de la Cámara Colombiana de Comercio Electrónico (CCE).

Por lo que no resulta extraño que, siguiendo esa tendencia, la ropa también encuentre una ‘segunda vida’ por medio de las diversas plataformas digitales, desde ventas esporádicas de usuarios en sus redes sociales, hasta emprendimientos 100 % digitales dedicados a este asunto.

A este respecto, EL NUEVO DÍA conoció una experiencia disruptiva, por parte de una usuaria que utiliza una cuenta de Instagram, por medio de la cual es contactada, para vender piezas usadas del outfit femenino. 

“Lo que ella hace es recoger muchas prendas. Por ejemplo, yo le he pasado ropa a ella, para que por medio de su negocio se pueda vender y, de esa forma, los que aportamos las piezas nos quedamos con un porcentaje. También hay que decir que cuando estas no se venden, llegamos a un acuerdo para que estas se donen a una fundación” nos comentaron.

 

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Los precursores del mercado en Ibagué

 

La venta de ropa usada no es nueva en la ciudad, pues desde hace décadas, algunas personas encontraron en la comercialización de las camisas y pantalones desechados, una forma de llevar el sustento a sus hogares, especialmente en el centro de la ciudad y en la plaza La 21.

Sobre este último, aún se encuentran incólumes los primeros vendedores que erigieron hace 30 años unas casetas improvisadas en las que se exponían ante los campesinos, aquellos productos que los recicladores lograban rescatar. Tal es el caso de Antonio Gutiérrez, uno de los primeros en apostarle a esta innovadora forma de obtener dinero.

A estos puntos asistían las familias campesinas del Tolima y las personas de escasos recursos de la urbe, con la esperanza de encontrar alguna chaqueta, blusa, jean o zapatos, que no se podían permitir pagar en los opulentos negocios y centros comerciales. A día de hoy, son entre 15 y 20 los negocios dedicados a vender ropa usada en las inmediaciones de la plaza La 21.

 

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Impacto ambiental

 

Asimismo, iniciativas como estas impactan de manera positiva en el medio ambiente, pues se encuentran enmarcadas en el paradigma de la economía circular, entendida como aquella en la que los considerados ‘residuos’ puedan ser utilizados como recursos que vuelven a ingresar al sistema productivo.

De esa manera, se buscan alternativas a la gran industria de la moda, la cual, según datos de la ONU, es una de las más contaminantes, pues, por poner un ejemplo, esta utiliza cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua en el mundo y produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos. Razón por la cual, no dudan en calificar las consecuencias de esta industria como ‘el costo ambiental de estar a la moda’.

 


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Credito
JUAN CORREDOR

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