Muchos se fijan en lo que aparentamos, pocos ven lo que realmente somos

Crédito: Tomada de Internet / EL NUEVO DÍA
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Hay quienes en las redes se ven sonrientes, felices, prósperos y con perfiles ‘envidiables’. Sin embargo, en la vida real no se encuentran y se sienten vacíos.

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Sería bueno que las personas fueran tan felices como lo ‘evidencian’ en las redes sociales, que estuvieran tan enamoradas de su parejas como lo publican en sus muros y que actuaran de una forma tan sincera como lo expresan, casi que de manera constante, en sus smartphones.  

Hoy, de manera desafortunada, hemos adoptado la fea costumbre de escapar de nuestra realidad solo  para proyectarles a los demás una vida muy distinta a la que tenemos.  

Estamos más interesados en publicar una foto que nos haga ver impecables, que desencadene en ‘likes’ y que les cuente a los demás que ‘somos felices’, cuando en la vida real estamos vacíos.

No estoy hablando de que no podamos mirar registros de los demás a través de esas herramientas digitales. La idea no es echarles el agua sucia a las redes, sino procurar ser más auténticos y obviamente evitar vivir con ilusiones efímeras.

¿Por qué fingimos tanto con tener una vida llena de éxitos?

Porque queremos ser aceptados a como dé lugar.  A veces necesitamos compensar nuestras carencias emocionales y, en ese orden de ideas, utilizamos los estados como mecanismos de defensa para sobrellevar los momentos difíciles, o incluso para encajar en los estereotipos que impone la sociedad. 

Total: hacemos todo lo posible para enmascarar  la esencia.

¡Mucho cuidado! Nada sacamos con publicar imágenes que promocionan nuestra supuesta plenitud o que nos dejan ver simpáticos y muy sonrientes ante los demás, cuando en el fondo estamos destrozados y atiborrados de dificultades. 

Esos registros erróneos que damos a conocer solo nos dejan llevar por las apariencias. Si caemos en el exceso de pretender ‘tapar el sol con las manos’ o imitamos modelos que en el fondo no nos hacen felices, seremos presas fáciles de los males de nuestro tiempo: la depresión y la ansiedad.

Cada uno de nosotros sabemos en realidad quiénes somos, lo que realmente anhelamos ser y lo que podemos lograr. No debería importarnos si a los demás le gusta o no lo que hacemos o cómo lo logramos. 

Por ejemplo, deberíamos asumir que se pueden tener días malos y que ellos, con sus vicisitudes, forman parte de la vida misma. Si en definitiva entendemos que nadie tiene una vida absolutamente perfecta, nos resultarán más llevaderos los tropiezos.

No más dobles caras, no más fotografías retocadas y dejemos atrás esa falsa proyección de lo que no somos. Hablemos con la verdad, pongamos los pies sobre la tierra y seamos honestos con nosotros mismos.

Aceptemos lo que nos está sucediendo con el mayor decoro posible. No pretendamos  pensar que debemos vivir las  24 horas del día en un estado de bienestar máximo, porque más temprano que tarde nos estrellaremos con momentos de bajón, de tristeza o de angustia.

¡Cuéntenos su caso!

 

Las inquietudes asaltan con frecuencia a nuestro estado de ánimo. No obstante, con cada cuestionamiento tenemos una posibilidad más para afrontar un nuevo horizonte, ya sea razonando o aplicando sanas estrategias para el alma. ¿Cuáles son esos temores que lo afectan en la actualidad? Veamos el caso de hoy:

Testimonio

“De un tiempo a la fecha me he visto rodeado de personas que se la pasan hablando mal de mí, desautorizando mi forma de pensar y creando malestar a mi alrededor. No sé cómo hacer para que ese tipo de feas actitudes no me afecten. Me gustaría que me ofreciera uno de sus sabios consejos, porque esos individuos  siempre me sacan de quicio”.

Respuesta: No se arruine el día a día con las energías negativas de los demás, no les entregue el poder de manejar su forma de pensar o de sentir y, sobre todo, jamás permita que las necedades de otros le quiten la serenidad. 

Se lo digo porque, si les da el control de su cotidianidad y de sus asuntos a personas que solo quieren “sacarlo de quicio”, como usted dice, es probable que se aniquile y, peor aún, que termine menoscabando su autoestima.

Lo que las personas digan a su espalda refleja lo que ellas son en realidad y le tienen envidia. ¡Por favor, no se deje contagiar de esos rumores! Deje que los chismosos se ahoguen en sus propias elucubraciones.

Si lo analiza bien, usted no es el del problema; está comprobado que las personas que se acostumbran a hablar mal de las otras, lo único que hacen es delatarse y viven sacando la peor versión de sí mismas.

Hace poco leí que ‘a la gente que hace todo lo posible para que nos alejemos de ella, hay que dejarla atrás y punto’. 

Deje de un lado a esas personas descuidadas, irresponsables con su trabajo o que desdeñan automáticamente todo lo que usted hace. 

¡Mire la vida con optimismo! Si algo o alguien saca lo peor de usted, suéltelo o déjelo ir. No hay nada más bonito que estar en paz con usted mismo, pues ese estado le ayuda a crecer como persona y lo transforma para bien. ¡Hágame caso y siga adelante!

 

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Credito
EuclideS KILô ardila

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