Irradie la luz de su propia estrella

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Las estrellas son astros dotados de sus propias luces, las cuales nos alumbran. Y si bien ellas se aprecian en el cielo, cada uno de nosotros tiene su particular brillo; solo que a veces no sabemos irradiarlo.

Una estrella es una enorme esfera, aislada en el espacio, que produce energía en su interior, la cual es transportada a su superficie e irradiada desde allí al espacio.

¡Hasta ahí la definición científica! Pero, ¿acaso las estrellas se iluminan con el fin de que algún día cada uno pueda encontrar la suya?

No creo que Dios pretenda que nos elevemos para alcanzar ninguno de esos astros. Prefiero imaginar que solo quiere que brillemos con luz propia en nuestro entorno y, sobre todo, con los pies en la tierra. También pienso que Él quiere que esa energía que procesamos en nuestro interior sea transportada y materializada en nuestro entorno.

Sí es cierto que el cielo es fuente de luz, pero no creo que sea el único sitio en donde more Dios.

Lo digo porque siento que Él está al lado del corazón y en medio de la cotidianidad que nos acompaña.

Se equivocan los que dicen que el Señor es una figura que se encuentra en las alturas o que es alguien inalcanzable. Jamás he creído que el Ser Supremo quiera que lo dejemos por fuera de nuestros asuntos. ¡Todo lo contrario! Jesús nos solicita que le confiemos todos los problemas.

Deberíamos comprender que Dios siempre toma nuestras angustias en sus manos y nos cobija en sus brazos.

Así nos parezca mudo y pensemos que no trata de arreglarnos las cosas; en cada paso de nuestra vida, siempre vemos la amistosa cara del Creador.

A su debido tiempo, usted sabrá que todo lo que le pasa en la vida ha sido conveniente y útil, pero sobre todo que las cosas suceden en el tiempo de Él.

El corazón, y no la razón, es el que siente a Dios. No son las circunstancias del tiempo, sino la forma como se afrontan los temporales las que garantizan nuestro bienestar.

La lluvia cae como algo que se deshoja; pero así llueva toda la noche el agua refresca la tierra que pisamos.

La cara más amistosa de Dios, está en el alma. Y, de manera precisa, tenemos una luz que debemos encender para el beneficio de todos.

Lo invito a tener una relación personal con Jesús. ¡Créame que no es una tarea tan difícil como se podría pensar!

Tampoco existe una fórmula misteriosa para acceder a su mensaje. Solo basta con levantar la mirada y encontrar las estrellas del cielo en cada una de las personas que conocemos. Ello implica ser paciente, comprensivo y humilde en todas las situaciones que se deban afrontar.

Orando usted también establece una relación con Él. Aunque no pueda ver cambios inmediatos, comenzará a detectarlos con el tiempo y en cada una de las situaciones que la existencia le depare. ¡Y lo mejor es que usted podrá brillar en cada paso que dé!

Credito
EUCLIDES KILÔ ARDILA

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