Uno de los actores más polifacéticos, auténticos y divertidos de Colombia es Diego Trujillo, quien tiene trasnochando a miles de seguidores con su personaje de Walter Blanco en ‘Metástasis’. Él anda de periplo por Ibagué para promocionar su monólogo ‘Que desgracia tan infinita’.
El stand up comedy, que lo tendrá de gira por las ciudades intermedias del país, será presentado por primera vez en el teatro Tolima el 30 de abril, y en él habla irónicamente de los hombres que no aceptan el paso del tiempo, de aquellos que si son calvos se ponen peluca, o de esos que se visten con ropa de jovencitos, que salen con jovencitas, aprenden a bailar reguetón y que les toca hasta tomar viagra.
La función en Ibagué se da como parte de los planes que ocupará el año sabático que se está tomando tras terminar el rodaje de ‘Metástasis’, el proyecto más importante de su carrera, no solo por trabajar con un equipo de alto nivel sino, además, porque le permitió asumir su rol más exigente: un personaje que no es el estereotipo del bueno o del malo, como es a lo que están acostumbrados los actores en Colombia.
“Hacemos personajes buenos o malos que no tienen matices, que no se transforman a lo largo de la historia, en cambio Walter es simplemente un humano, al que las circunstancias y sus decisiones lo van llevando por caminos impredecibles, y eso me gusta, porque la actuación no se apoyó en clichés físicos o gestuales o de acentos, sino realmente de la emoción pura y fundamental de cada escena”, recordó.
Su curiosa visión de las relaciones
¿En este momento piensa en el matrimonio o en conservar su espacio?
Porque pasé por el matrimonio y por varias relaciones de convivencia ahora tengo la certeza de que no vuelvo a vivir con nadie jamás.
¿Cómo logra que una mujer esté con una persona que nunca se la sacará a vivir?
Creo que el estado ideal de las relaciones de pareja es cada quien viviendo en su casa. Me parece que la convivencia aniquila las relaciones, es una sentencia de muerte para estas; por el contrario, cuando uno vive independiente siempre tiene las ganas de ver a la otra persona.
Pienso que el matrimonio es un invento de la religión, de los curas, para domesticar nuestros instintos más primarios y elementales. Cuando uno logra superar eso logra relaciones mucho más honestas, más libres y reales.
¿En esa libertad hay espacio para un tercero?
No necesariamente; sin embargo, siempre existe esa posibilidad, pero no estoy defendiendo la infidelidad: todo lo contrario, defiendo la honestidad absoluta, y que si ocurre algo así se debe exponer y hablar.
¿Le toca exponerlo con mucha frecuencia?
No. Soy una persona fiel por naturaleza, pero me gustan mucho las mujeres y he tenido varias, pero siempre con una sola, nunca con dos a la vez.
¿Le va muy bien con las mujeres, algunas lo ven sexy. ¿Usted lo cree?
Más que sexy me considero una persona carismática, porque aprecio mucho el cariño de la gente y nunca tengo un gesto desobligante con nadie, y eso creo que me hace atractivo para las personas. ¡Desde luego que soy muy buen bailarín y divertido, y eso ayuda!
“Hay que afrontar la edad con dignidad”
¿Cuál es la desgracia infinita que tiene entre pecho y espalda?
Creo que la única desgracia real en mi vida es no haber sabido cantar, me pesa mucho.
¿Y en su monólogo qué tema aborda?
Es una reflexión cómica en torno a lo que significa para los hombres llegar a los 40 años. Es una manera de burlarme de los hombres que no aceptan el paso del tiempo con dignidad y una especie de señalamiento a un estado muy particular en el que entramos cuando llegamos al cuarto piso.
¿Ese cuarto piso cómo lo trató?
Usted, que me puede ver, es testigo, digamos que el deterioro es notable, sobre todo es psicológico el asunto. Los hombres cuando entramos a esta edad hacemos toda clase de estupideces para que no se nos note, a querer vernos como jovencitos, a querer levantarnos jovencitas y empezamos a padecer una cantidad de cosas físicas que alteran un poco la psiquis masculina.
¿En este ‘deterioro’ le dio por asaltar cunas?
Totalmente, no es sino que vean la niña que me acompaña (Jennifer Leibovici).
¿Qué hizo para ocultar el paso del tiempo?
Creo que es inevitable que se me note, y no me importa. Hablo claramente de mi edad y está hablando Diego Trujillo, no el actor.
¿Le sienta la edad?
Creo que la edad que tengo es quizá el mejor momento de mi vida, porque es el punto de equilibrio exacto entre conservar todavía la vitalidad física, la lucidez mental y todo lo que ha significado la experiencia vivida hasta ahora. Estoy en un momento ideal, porque realmente experimento la madurez como un estado de sensatez, tranquilidad y certeza sobre muchas cosas.
¿Esa madurez mental qué ha cambiado en su vida?
Me permite pensar con más tranquilidad, con más calma, sin afán, sin hacer proyectos a demasiado largo plazo; me hace no ser impulsivo, un poco más ecuánime, más tolerante y un poco más consciente de la vida misma, de que al lado de la vida está la muerte.
¿Siente la muerte cerca?
Quizá en este momento es más claro ese concepto de que nacemos con la muerte al lado como una sombra, y no es que la perciba cerca, sino que en cualquier momento uno de nosotros puede morir. Esa conciencia hace que viva más intensamente cada instante.
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