Fenalco seccional Tolima había solicitado a la Alcaldía la suspensión de esta segunda jornada del Día sin carro y trasladarla a octubre o noviembre, debido a que el paro de los transportadores de carga, que duró cuatro días y que en el Tolima se sintió con rigor, ocasionó multimillonarias pérdidas a los productores agropecuarios, a los hoteleros y a los comerciantes, daños de los cuales aún estos sectores no se recuperan.
Sumado a lo anterior, la semana pasada, los taxistas de Ibagué decidieron bloquear las vías y produjeron caos en la movilidad, así como retrasos en la entrega de los productos y en el desplazamiento de los ibaguereños a sus lugares de trabajo.
Esta fecha, que tiene un propósito loable, causa un impacto negativo en el sector productivo. Los comerciantes, los restaurantes, los parqueaderos, los talleres de vehículos y los lavaderos de carros son los más que más ven afectados sus ingresos.
Por el contrario, los propósitos con los que fue instituido, hace ya casi tres lustros en Ibagué, no han dado resultados para disminuir la contaminación, fomentar el uso de medios alternativos de transporte y no ha mejorado la prestación del servicio de transporte colectivo. No se ha desestimulado el uso de los vehículos particulares; pues el número de motos supera las 150.000 unidades y representa el 61,76% del parque automotor particular, mientras que los carros particulares suman más de 77.000. El uso de medios que no contaminan, como las bicicletas o las patinetas eléctricas, no ha aumentado significativamente, ni siquiera durante el Día sin carro. Los ibaguereños prefieren seguir transportándose en sus carros o motos, pues el servicio de transporte público continúa presentando los mismos problemas.
Las autoridades ambientales, junto con la Alcaldía, la academia, los sectores productivos y las comunidades, deberían hacer una seria reflexión sobre esta jornada y establecer qué tanto ha ganado la ciudad o si es preferible crear nuevas fórmulas para disminuir la contaminación y mejorar la movilidad.
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