La vara del gallinero

Jaime Calderón Herrera

De manera insidiosa la corrupción fue convirtiéndose en norma social aceptada, una vez como evasión fiscal, en otras como sobornos a la autoridad, también como dádivas a funcionarios para tramitar una licencia o un permiso, también para comprar la libreta militar, hasta que se volvió usual que ciudadanos buscaran con mañas ser elegidos para llegar al congreso o al ejecutivo para hacer negocios por encima de hacer leyes o ejecutorias a favor de sus gobernados.
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Como todo lo que va mal puede ser peor, el narcotráfico permeó la sociedad y la institucionalidad, y el crimen de lesa humanidad se dispersó por toda la geografía nacional generando una sensación de derrota nacional que se traduce en que nada se puede hacer, que la corrupción existirá por siempre y que, si no quiere entrar al juego de la corrupción, entonces que mire para otro lado y que no sea ‘sapo’.

Un comportamiento ciudadano ligado a los actos corruptos pequeños, no solo motiva a transitar hacia los grandes, sino que allana el terreno para la aceptación social del delito, justificándolo por razones económicas, religiosas, raciales, políticas, ideológicas, etcétera, pues razones sobrarán siempre desde la individualidad y sus intereses.

La corrupción promueve la resistencia al cambio real y promociona el cambio retórico. Los corruptos enarbolan la bandera del cambio mentiroso. Ensucian la sociedad para que sus crímenes pasen desapercibidos. El verdadero cambio consiste en el reinado de la justicia tributaria, de la económica, de la ambiental, de la social, con fortalecimiento de las instituciones y de la participación ciudadana.

En tiempos de incertidumbre los seres humanos tendemos a la imitación casi siempre irracional y por eso somos tan vulnerables, y por lo mismo, los actores del cambio deben caracterizarse por la coherencia y la consistencia, para ser ejemplo digno de imitar. 

Son tiempos para el cambio y para la justicia en toda su extensión. Los pronosticadores de fracasos merecen ser aislados y derrotados en las urnas. La política no puede seguir siendo la vara de gallinero que no tiene por donde cogerla; hay que limpiarla y fortalecer nuestra maltrecha democracia liberal.

La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas. Sigmund Freud.

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Jaime Calderón Herrera

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