Poesía de una herida

Crédito: Suministrada / EL NUEVO DÍAGanadora del V Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya 2022.
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La ganadora del V Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya 2022 cuenta su historia.
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Angélica Morales Soriano es  escritora, actriz y directora teatral española, disciplinada y exigente. Diariamente pública en sus redes sociales uno de sus poemas, cargados de surrealismo, que acompaña con una fotografía, casi siempre de mujeres.


Su voz y narración la acompaña con una imagen en un formato collage, para el gusto de quienes se complacen por la poesía. 


Durante el  2020 Angélica participó en la sesión virtual del Taller de Escritores Gabriel García Márquez, donde fue acogida como Huésped Ilustre. Su obra es reconocida y ha obtenido varias distinciones, pero el V Premio Internacional Gabriel Celaya de poesía con su poemario, ‘Mi padre cuenta monedas’, la consagra como una de las poetas españolas de más vuelo en la actualidad.


Durante su paso y experiencia en el teatro la Poeta, encontró la luz, el aire y su tabla de salvación. Desde pequeña escribía obras de teatro y las representaba, pasó del Instituto al  arte dramático. Recibió el primer premio cuando tenía catorce años, con un poema dedicado a Federico García Lorca. El teatro curó sus heridas, producto de una familia desestructurada, “la verdad es que mi padre me lastimó”, a diferencia de sus dos hermanos que fueron felices con su padre, ella vivió maltrato psicológico.


Al finalizar el instituto abandonó el teatro y se dedicó a escribir poesía, luego de que a su esposo José Manuel Ube, le otorgaran una plaza en la Biblioteca de Huesca.


Su poemario ‘Mi padre cuenta monedas’, conmovió a los jurados del premio internacional de poesía. 
Esta historia dolorosa, narra actos de maltrato ocasionado por un padre hacia su hija. “Son secretos de familia”, pues Angélica relata que cuando su padre Nicolás, contaba las monedas y ella le pedía, nunca le daba dinero, decía que no tenía y contaba con más de ochocientas pesetas en la mesa. “Las monedas me parecieron que era una metáfora perfecta”. Su padre murió del corazón, aunque de manera irónica imagina que nunca tuvo uno. 


El libro está en prosa poética a modo de diario, donde cuenta toda la verdad, sin más, sin justificaciones. Relata la  herida de su infancia en forma de verso libre de largo aliento, como si fuese un pequeño diario de sus difíciles relaciones familiares. El amor de su abuela Ángela y su tía Ascensión, “la tía Chon”, le brindaron fortaleza y alegraron su vida. 


Los premios no llegan de la nada, vienen de un trabajo arduo, los fracasos son importantes, son el camino al éxito. La poesía es disciplina, experiencia de vida y lectura, “me gusta fracasar, vengo del fracaso”. Consideró el logro, como un pago por su trabajo, dedicado a los escritores y poetas, que no obtienen ingresos por su oficio.
* En colaboración con Hugo Correa. Abogado, escritor, director, Taller de Escritores Gabriel García Márquez.

 

Primera fotografía

A raíz de la muerte de su padre, en un intento de reconciliación, manifiesta que inició un “parlamento con su fantasma”, a causa de la herida que la llevó a escribir un poemario verdadero, duro e implacable, que describe la figura del padre maltratador y de la madre que no hace nada por evitar el maltrato. “Mi padre cuenta monedas”. Este primer poema está concebido mediante la descripción de viejas fotografías familiares, concretamente en fotos con su padre cuando era niña.
 

No es necesaria la luz para dar comienzo a la acción.
De hecho yo estoy ahora acunando lo oscuro
y sin embargo soy capaz de ver más allá.
Será porque papá ha regresado de su muerte
en forma de ceniza cortada por la mitad
que descansa en la habitación del fondo,
junto a una maleta que jamás ha visto los trenes.
No es necesaria la luz pero sí el tiempo
para sanar de la herida,
para abrir los ojos dentro de la niebla y caminar.
La primera fotografía no existe.
La primera fotografía sería el vestido abultado de mamá.
Una tarde de agosto (sería).
Un patio en la flor de su ternura.
El abuelo con su camisa remangada
mirando hacia un cielo que empieza a resquebrajarse,
la abuela en el lado contrario,
con el negro siempre en las pupilas,
con el negro siempre bajo los muslos
(podría ser un niño africano asustándose del fuego
o una criatura de azúcar que se vuelve negra en la garganta).
La primera fotografía tiene una cicatriz en la sien,
tiene el color de un albaricoque
antes de ser devorado en lento por las hormigas.
El disparo suena dentro.
El disparo soy yo rompiendo las aguas.
El disparo soy yo desplegando las alas de un cuchillo
mientras papá fuma y mete tripa.

*Del Poemario “Monopolios” publicado por
Prensas de la Universidad de Zaragoza (España)  

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Credito
Redacción EL NUEVO DÍA

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