Celebraron a la distancia

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
En medio de una reunión de amigos en un bar cercano a la Universidad del Tolima, un grupo alemán se alistaba para observar la final de la Copa del Mundo entre Alemania y Argentina.

Anja Willmann, Jana Blase, Isabelle Salcher y Erwin Ramburguer son cuatro estudiantes de intercambio que están en Ibagué desde hace mes y medio ejecutando proyectos sociales con la organización Aiesec Colombia, trabajando con niños de escasos recursos a quienes dictan clases de inglés, e interactúan con las personas para que conozcan su cultura.

La colonia alemana vivió el compromiso con sus compañeros de otros países, entre ellos canadienses, irlandeses, americanos y venezolanos, entre otros, quienes se unieron al fervor del fútbol alentando al equipo teutón, aunque no faltó uno que otro ‘hincha’ argentino.

Como no podía ser de otra manera, los germanos llevaron las banderas de su país y apenas comenzó el duelo que decidía el nuevo campeón del mundo, la tensión se apoderó de ellos y se olvidaron por un momento que estaban en la Capital Musical.

Jana Blase, nacida en Westerstede hace 22 años, fue quien más sintió el partido. En cada acción de Alemania, agitaba fuerte su bandera y se lamentaba (diciendo frases en su idioma) por cada ocasión desperdiciada por sus compatriotas.

El gran susto lo vivió cuando el atacante argentino Gonzalo Higuaín marcó un tanto en posición ilícita, pero ella no se había percatado de esta decisión, y sintió mucha desazón a tal punto que se cubrió el rostro con los colores de su país; no obstante, al notar que el gol no valía, suspiró y reflejó su frescura por medio de una sonrisa.

Sus compañeros no vivieron el encuentro con tanta pasión como ella, aún así estuvieron atentos a cada acción y en la jugada en la que Benedikt Hoewedes estrelló el balón en el vertical con un fuerte cabezazo, la frustración fue grande, porque no pudieron desahogar toda su tensión en un mismo grito: gol.

De la tensión a la felicidad

En el segundo periodo, los germanos siguieron con el mismo ánimo porque tenían fe de que su país no les fallaría en esta importante cita. A medida que pasaban los minutos, los nervios crecían, se abrazaban entre ellos buscando un consuelo o mordiendo con firmeza una de las puntas de su bandera.

Cuando el juez central de la contienda, el italiano Nicola Rizzoli, sentenció los 90 minutos y el marcador permanecía sin tantos, la angustia de los cuatro alemanes aumentaría como mínimo 30 minutos más.

Y cuando todos pensaban que el título se definiría por los cobros desde el punto penal, el alma regresó a sus cuerpos con la anotación de Mario Götze, que le daba un nuevo título tras 24 años de sequía y sumaba la cuarta en la historia de las Copas del Mundo.

Los abrazos, gritos y saltos no pararon hasta cuando terminó el compromiso. Su felicidad fue tan grande que cantaban ‘olé, olé....olé, olé....’ y sus compañeros de otras nacionalidades se unieron al festejo y los felicitaron por el logro de sus coterráneos.

 

Credito
JORGE LUIS HERNÁNDEZ SÁNCHEZ JUAN CARLOS BLANCO CARDOZO

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