Algunas inequidades educativas en las zonas rurales del Tolima

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
De las 17 escuelas rurales de la I.E. Lepanto, dos de ellas, la de La Cascada y La Cabaña, funcionan con sólo cuatro estudiantes; la de La Picota, la más distante, con seis; pero también hay otras con 18 a 20 estudiantes, como ocurre en Santa Bárbara y Pajonales.

La institución educativa oficial Técnica Agroindustrial Lepanto de Murillo, en el norte del Tolima, funciona en 2016 con 600 estudiantes, en una sede central que ofrece bachillerato y otra de educación primaria, en la zona urbana, a las que se integran 17 sedes o escuelas curales.

Para el desarrollo de la especialidad adoptada, los estudiantes del grado Undécimo aprenden a procesar productos lácteos, entre ellos yogur, quesos y arequipe, que venden en la plaza principal de Murillo el día de mercado, los domingos. Con el producto de la venta aspiran a financiar el viaje de fin de año, los nuevos bachilleres técnicos.

Lepanto puede ser un caso a través del cual analizar e interpretar algunas situaciones que se viven en las zonas rurales del Tolima en cuanto a la oferta de educación formal.

Las 17 escuelas rurales de la esta institución educativa funcionan con un solo docente y no disponen de acceso a la red Internet, así cuenten con computadores.

“Tenemos escuelas sin servicio de luz eléctrica, entre ellas La Picota, La Estrella, La Cascada y Requintaderos, aunque la mayoría disponen de una planta eléctrica que se prende una vez al mes si la comunidad aporta lo de la gasolina y así poder prender los computadores para la clase de sistemas. Sólo se dispone de internet en las una de las sedes de primaria urbanas”, dice su rector, el ingeniero agroindustrial Jovan Carlos Mora Salinas, a su vez estudiante de la Maestría en Educación, durante los fines de semana en la Universidad del Tolima.

Al igual a lo que ocurre en muchas otras escuelas rurales del departamento, hay estudiantes que deben recorrer hora y media a pie para llegar a las aulas y, por lo menos en la escuela La Picota, el docente debe recorrer cuatro horas y media desde la zona urbana, para llegar a su sitio de trabajo. Y debe permanecer allí por lo menos cinco días de la semana. Agréguele a ello el intenso frío que en época de invierno puede bajar a tres grados centígrados, pero que en promedio puede ser de 14 grados en los tres mil metros de altura sobre el nivel del mar.

De las 17 escuelas rurales de la I.E. Lepanto, dos de ellas la de La Cascada y La Cabaña, funcionan con sólo cuatro estudiantes; la de La Picota, la más distante, con seis; pero también hay otras con 18 a 20 estudiantes, como ocurre en Santa Bárbara y Pajonales.

Los núcleos escolares rurales

La actual I.E. Lepanto hizo parte de la red de Núcleos Escolares Rurales que el Ministerio de Educación administraba desde Bogotá para ofrecer educación formal en los grados Tercero a Quinto de primaria. Llegó a tener 74 estudiantes internos que residían en sus instalaciones con servicio de alimentación. Luego se produjo la fusión de establecimientos educativos hacia 2001 y actualmente sólo hay 28 internos, cifra a la cual se ha llegado debido a la reducción de recursos nacionales para alimentación escolar. El rector Mora manifiesta en su petición ante el Gobierno departamental: “El restaurante escolar lleva funcionando más de 40 años y ha llegado a atender a más de 500 personas en la década del 80 cuando se beneficiaba a gran parte de la población joven con recursos aportados por la Nación. El año pasado se beneficiaron del restaurante 250 estudiantes aproximadamente, entre los cuales están los 28 internos y los estudiantes de la vereda Pajonales y otras, gracias a recursos que aportan el Municipio y la Gobernación y 120 estudiantes que se benefician del servicio de restaurante escolar a través de una cooperativa”.

Este año la Alcaldía es la que subsidia la alimentación de los estudiantes internos, porque los recursos nacionales se destinan a la jornada única.

Los internados rurales pueden ser una de las alternativas a las cuales se puede recurrir para mejorar la cobertura educativa con estudiantes de veredas dispersas en la zona rural del Tolima. Puede ser menos costoso para el Estado, financiar un internado que múltiples escuelas rurales con pocos estudiantes y un docente aislado de la interacción con otros compañeros de profesión.

El internado de Lepanto tiene problemas en su infraestructura por sus 40 años de funcionamiento; las unidades sanitarias están en malas condiciones, los camarotes de los dormitorios están deteriorados, no se dispone de gas para la operación del restaurante, los pisos están en mal estado.

Para el mejoramiento de esta situación, el año pasado la Secretaría de Educación aportó 84 millones de pesos a los que la Alcaldía sumó 12 millones de pesos más y con recursos propios del colegio, otros siete millones para muebles,camarotes y armarios.

La alimentación escolar que se ofrecía en caliente hasta el año pasado, ahora se ofrece a un número menor de estudiantes. “Los estudiantes tenían desayuno caliente, ahora pasaron a recibir desayuno industrializado, bolsa de leche o de avena, una panela o bocadillo”, dice el Rector.

La educación rural en el Tolima 

Ruralidad es un concepto que va, casi siempre, unido a los de inequidad, marginalización, violencia y pobreza. Las veredas están afectadas de inequidad en el acceso y la calidad de los servicios estatales, entre ellos el de la educación. En Colombia es un problema de grandes dimensiones, porque el 87 por ciento de sus municipios es predominantemente rural y en estas zonas vive el 35 por ciento de la población colombiana.

En el Tolima, en los 46 municipios no certificados, funcionan dos mil 45 establecimientos educativos y de ellos mil 662 son rurales, es decir el 88 por ciento de ellos.

En la zona rural, según en Sistema de Matrícula (Simat) del Ministerio de Educación, la disminución de la población estudiantil en la zona rural es más acelerada que en las zonas urbanas de los 46 municipios no certificados (excluye Ibagué). La población estudiantil matriculada en las zonas rurales en 2011, hace cinco años, era de 92 mil 797 estudiantes, cifra que pasó a ser de 77 mil 579 en 2015, inmediatamente anterior, lo cual equivale a 15 mil 218 estudiantes menos matriculados en las escuelas rurales, que porcentualmente equivalen a 16.4 por ciento de disminución en la población estudiantil.

En relación con estas cifras, que son alarmantes, es pertinente decir que la población en edad escolar en las zonas rurales, hacen parte del bloque de atención prioritaria o de especial atención, cuando de debe garantizar el derecho fundamental a la educación, se trata.

Credito
LUIS EDUARDO CHAMORRO RODRÍGUEZ Especial para El Nuevo Día

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