El paso de Salvatore Mancuso por la guerra

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Junto con sus hombres de confianza crearon cuatro grupos paramilitares en la Costa Caribe y Norte de Santander. En 1994 el nombre de Mancuso llegó a oídos de Carlos y Vicente Castaño, para ese entonces jefes de un grupo paramilitar que delinquía al margen izquierdo del río Sinú, y lo citaron a una reunión donde le propusieron que trabajaran en conjunto.

Esta es la historia que ha reconstruido la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía.

Una tarde de 1992, en Tierralta, Córdoba, tres guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (Epl) intentaron extorsionar a Salvatore Mancuso, quien para ese entonces administraba varias fincas ganaderas de la familia de su esposa.

En su reacción, decidió seguir a los insurgentes y cuando supo dónde se ocultaban, entregó las coordenadas a miembros del Ejército, quienes hicieron una emboscada con esa información. Desde ese día, se convirtió en informante de la Brigada 11 del Ejército.

Ese mismo año conoció a quien se convertiría en uno de sus mejores amigos, el mayor Walter Fratini Lobaccio. En un retén del Ejército, el oficial detuvo el vehículo en el que viajaba Mancuso y sorprendidos de encontrarse entre descendientes de italianos en el sur de Córdoba iniciaron una conversación.

El oficial fue el segundo comandante del Batallón Junín y había llegado a la región un año antes proveniente de Puerto Berrio, donde estuvo bajo el mando del general Farouk Yanine Díaz.

Según Mancuso, Fratini le dijo “si quieres conservar la vida pelea para defenderte o vende la tierra, porque la guerrilla te va a matar”. Juntos convocaron a ganaderos de Tierralta para convencerlos de que se armaran, crearan redes de comunicación y cada uno se hiciera cargo de la seguridad de ciertas zonas.

De acuerdo con las investigaciones de la Fiscalía, los ganaderos le pagaban a Fratini un impuesto de dos mil pesos por hectárea, pues el Mayor quería replicar lo que había sucedido en el Magdalena Medio en la década del ochenta, donde ganaderos y paramilitares se unieron para hacerle frente a la subversión.

El mayor Fratini murió en un accidente aéreo en junio de 1993, pero los ganaderos continuaron con los planes. En septiembre de ese mismo año, guerrilleros del Epl intentaron secuestrar al ganadero Hernán Palacios, cuando Mancuso se enteró decidió enfrentarlos y asesinó a tres de ellos, quienes luego fueron presentados por el Ejército como muertos en combate. Este hecho incrementó su fama en Córdoba.

En 1994 el nombre de Mancuso llegó a oídos de Carlos y Vicente Castaño, para ese entonces jefes de un grupo paramilitar que delinquía al margen izquierdo del río Sinú, y lo citaron a una reunión donde le propusieron que trabajaran en conjunto. En versiones libres, admitió que aceptó la propuesta en parte por miedo. Al encuentro también fueron Carlos Mauricio García, alias ‘Doblecero’, y John Henao, conocido como ‘H2’.

En ese mismo año, después de la muerte de Fidel Castaño, hermano de Carlos y Vicente, se crean las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Acuu) y Salvatore Mancuso pasa a figurar como uno de los jefes principales de este grupo. Para 1995, el exjefe paramilitar creó la cooperativa de vigilancia y seguridad privada Nuevo Horizonte, para ese entonces eran legales y se conocían como ‘convivir’.

Bajo ese manto de legalidad, encubrieron varios delitos que cometieron en la zona. Este primer grupo de hombres que acompañó a Mancuso luego se conoció como Compañía Córdoba y en la expansión paramilitar se convirtió en el bloque Córdoba.

La expansión por la Costa Caribe

A medida que se fortalecieron las Accu, los hermanos Castaño miraban a Sucre, Bolívar y Cesar, pues al parecer una parte de los grupos guerrilleros que habían salido de Córdoba estaban llegando a estos departamentos. En los Montes de María operaban, para esa época, los frentes 35 y 37 de las Farc dirigidos por Gustavo Rueda Díaz alias ‘Martín Caballero’.

Según la Fiscalía, Mancuso llegó al Guamo, Bolívar, por invitación del ganadero Jairo Pineda, quien le ofreció a cambio unas fincas y le vendió otras a muy bajo precio.

Entre esas Villa Amalia, el Chimborazo y las Pampas, propiedades que el ex jefe paramilitar entregó en el proceso de Justicia y Paz para la reparación a las víctimas. (Ver: Los enredos de los bienes que entregó Mancuso)

Durante 1996 ocurrieron cuatro masacres en el Guamo y los paramilitares comenzaron a llegar a Sincelejo, Tolú Viejo y a la zona de La Mojana, en Sucre. El 4 de diciembre de ese año miembros de las Accu, acompañados de miembros de las Convivir Nuevo Horizonte y Nuevo Amanecer, asesinaron a 11 pobladores del corregimiento de Pichilín, en Morroa, Sucre.

Aunque antes hicieron apariciones esporádicas, es en 1997 cuando los paramilitares de los hermanos Castaño llegan definitivamente a los Montes de María, luego de una reunión en la finca Las Canarias en la zona rural de Sincelejo que pertenecía al ex gobernador Miguel Nule Amín.

A este encuentro, acudió un centenar de finqueros y políticos de Bolívar que acuerdan la llegada de Accu. Ese año se decide que el grupo en esta región sería dirigido por Rodrigo Antonio Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’. (Ver: un pulso a las verdades en los Montes de María)

El 23 de marzo de 1997 este grupo paramilitar perpetró lo que se conoce como la primera masacre del Salado, en Carmen de Bolívar: matan a cuatro campesinos y a una profesora de la escuela. Los ‘paras’ se aliaron con los Méndez, una familia de hacendados que formó su propio grupo de autodefensas, para cometer esta matanza.

El rumor de lo que estaban haciendo los hermanos Castaño y Mancuso en Córdoba también llegó hasta el Cesar, donde operaba un grupo armado que seguía órdenes de Augusto Castro, conocido como el ‘Tuto Castro’, uno de los principales despojadores de tierra en la Costa, y al Magdalena, en cuya región estaba José María ‘Chepe’ Barrera y su gente. La presencia de estos grupos, aunque eran independientes, facilitó la llegada de las Accu.

La Fiscalía documentó que el arribo de los hombres de Castaño a estos dos departamentos se acordó en una reunión con los hermanos Nelson y Jorge Gnecco Cerchar. En junio de 1996, Salvatore Mancuso envió los primeros 25 hombres a las sabanas del Ariguaní, en límites entre Magdalena y Cesar, con la condición de que los ganaderos debían servir como guías.

El 18 de septiembre de ese año, Mancuso conformó junto con Jorge Gnecco Cerchar, un reconocido comerciante, ganadero y hermano del ex gobernador de Cesar, Lucas Gnecco, una Convivir llamada Sociedad Guaymaral Ltda.

Desde comienzos de los noventa, los Gnecco se habían erigido en una familia poderosa en esa región. Lucas fue elegido gobernador de Cesar, y su primo Hugo Gnecco Arregocés, alcalde de Santa Marta. Ambos fueron luego destituidos e inhabilitados por prácticas corruptas en sus administraciones.

Según la Fiscalía, para los paramilitares no fue fácil llegar a Magdalena y Cesar porque aún no tenían suficientes hombres, por eso se inventaron lo que ellos llamaron “operaciones avispa”: actuaban en equipos pequeños y en diferentes municipios para que los ganaderos creyeran que eran un grupo mucho más grande.

Para hacerse notar y atemorizar a los pobladores, perpetraron algunas masacres, entre ellas la de Pivijay, ocurrida el 1 de septiembre de 1996 donde murieron siete personas, y el 27 de octubre de 1996 asesinaron a siete personas y desaparecieron cuatro más en el corregimiento de Media Luna, Cesar. Los paramilitares en esta región quedaron a cargo de dos hombres de confianza de Salvatore Mancuso: René Ríos González, alias ‘Santiago Tobón’, y Baltazar Mesa Durango, alias ‘Baltazar’. (Ver: La historia del ‘Juan Andrés Álvarez)

Luego de que las Accu se posicionaron en Sucre, Bolívar, Cesar y Magdalena, los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso quisieron expandir su grupo hasta la Guajira, para ellos buscaron a un hombre que hiciera los contactos con narcotraficantes y contrabandistas que pudieran financiarlos en el departamento, se trató de Rodrigo Tovar Pupo, quien años después iba a ser conocido como ‘Jorge 40’.

En mayo de 1997 y por instrucciones de los hermanos Castaño, Mancuso y ‘Jorge 40` debían reunirse con el contrabandista Santander Lopesierra, en Fonseca, sur de La Guajira, pero luego de que los ‘paras’ con los que iban en un carro mataron a dos hombres en una protesta, son enviados a la cárcel en Barracas, donde los dejan en libertad luego de sobornar al fiscal.

La reunión se postergó y en 1998 los paramilitares comenzaron a hacer sus primeras incursiones violentas a Urumita, Villanueva y San Juan del Cesar en el sur de Guajira, territorio que sabían era estratégico para el contrabando y el narcotráfico, y donde se decía que las guerrillas llevaban los secuestrados del Cesar y Magdalena. Para ello contaron con la ayuda de narcotraficantes, ganaderos y contrabandistas de la zona.

Los intereses paramilitares también mirarían al Atlántico. Los primeros acercamientos comenzaron en 1998 y al frente de ellos estuvo Doménico Mancuso Hoyos, primo de Salvatore Mancuso, quien fue conocido como ‘David Sotomayor’. Más adelante, en Norte de Santander, usó el alias de ‘Lucas’.

Salvatore Mancuso había negado en varias versiones libres que Doménico fuera su primo, pero a finales de 2012 lo reconoció ante los magistrados de Justicia y Paz de Bogotá, luego de que varios ex paramilitares del Bloque Catatumbo se refirieron al parentesco de los paramilitares. Mancuso Hoyos nunca se entregó a la justicia.

Atlántico se mantuvo al margen de la guerra que se desató en los departamentos vecinos hasta el año 2000 cuando ‘Jorge 40’ envió a la región al ex mayor del Ejército José Pablo Díaz, quien fue asesinado en 2003 en la troncal del Caribe. En su reemplazo, asumió el ex capitán del Ejército Édgar Ignacio Fierro, conocido con el alias de `Don Antonio’. Todos los grupos de la Costa Caribe quedaron adscritos al llamado Bloque Norte, que quedó bajo el mando de ‘Jorge 40’.

La ruta macabra hacia el Catatumbo

En 1999, los hermanos Castaño decidieron extender su grupo paramilitar a Norte de Santander. Para tal fin citaron a Mancuso y a Jorge Iván Laverde Zapata, alias ‘El Iguano’, a una finca en San Pedro de Urabá, donde les informaron que tendrían que crear una facción en Cúcuta, seguir a Tibú y adentrarse en el Catatumbo, con el fin de apropiarse del negocio del narcotráfico que por ese entonces estaba bajo el dominio del Eln y las Farc.

El 15 de marzo de ese año, desde algún lugar del Parque Natural del Nudo de Paramillo, Carlos Cataño anunció ante los medios de comunicación la llegada de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) al oriente del país. Los paramilitares de este bloque provenían en su mayoría de Urabá y fueron entrenados en la finca los Guayabos, de Necoclí, y desde allí 200 hombres fueron transportados en camiones hasta Tibú.

Al Catatumbo llegaron algunos de los hombres que habían cometido varias masacres en Antioquia, como Isaías Montes Hernández, alias ‘Junior’, quien estuvo en las incursiones de los corregimientos El Aro y La Granja, en Ituango, en j unio de 1996; también estuvo Roberto Vargas Gutiérrez, alias ‘Marcos Gavilán’, quien no se desmovilizó y se integró a las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’, conocidas como ‘Los Urabeños’. El encargado de esos hombres fue Armando Alberto Pérez Betancur, alias ‘Camilo’, un capitán que escapó del Ejército para evitar investigaciones en su contra por ejecuciones extrajudiciales.

Una vez en la zona, estos hombres cometieron varias masacres. Una de ellas se perpetró el 29 de mayo de 1999. Los ‘paras’ montaron un retén en la carretera que conecta el casco urbano de Tibú con el corregimiento de la Gabarra, detuvieron cerca de 60 vehículos y lista en mano asesinaron a varias personas que se transportaban en ellos.

Varios miembros de la Fuerza Pública participaron en estas masacres. En el 2004, el Tribunal administrativo de Cundinamarca condenó al Estado a pagar cerca de 45 mil millones de pesos a un grupo de 120 víctimas. El mayor Mauricio Llorente Chávez y tres policías fueron sentenciados a 40 años de cárcel por la Corte Suprema de Justicia, por participar en los crímenes ocurridos durante esa época en el Catatumbo.

Doménico Mancuso, conocido en la zona como ‘Lucas’, hizo los primeros contactos con altos mandos del Ejército en Norte de Santander para que facilitaran la llegada de los paramilitares. Además, según la Fiscalía, fue el encargado de manejar el negocio del narcotráfico.

Credito
TOMADO DE VERDAD ABIERTA.COM

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