Los cuatro ases de nairo

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
¿Cómo corre Nairo Quintana? Sin duda, con una inteligencia muy superior al promedio. Es, aparte de disciplinado y atento a la planificación de la carrera que hace su equipo, un hombre que a todo momento lee lo que está pasando y, aún más importante, lo que puede sobrevenir.

Subir estas cumbres de Las Dolomitas debe ser como trepar al cielo, pero no por el camino de rosas sino por el empedrado. Siempre se mira hacía arriba. No hay otra. Las curvas detrás de las curvas dejan atrás la pendiente inmediatamente anterior para afrontar la siguiente. En definitiva, esto no es el cielo. Se han quedado cortos, y mucho, quienes llaman el ascenso a estas puertos fuera de categoría como el infierno del ciclismo.

Es por aquí (entre peñascos, viento, frío - incluso nieve al final de la primavera-, y algunas margaritas que sobreviven junto a milenarios bosques tupidos), que Nairo Quintana y Rigoberto Urán se mueven como si hubieran nacido en algunos de los circundantes pueblos pintorescos que ven pasar el Giro para luego abrigarse en sus casas.

Las Dolomitas son brazos rocosos de los Alpes orientales. No siempre se llamaron así, pero desde que el geólogo francés Deodat de Dolomieu encontró, a finales del Siglo XVIII, que la roca caliza que abundaba por aquí era rica en un mineral al que terminaron poniéndole su apellido, todo el mundo las conoce así, más aún desde que hace cinco años la UNESCO las convirtió en patrimonio de la humanidad. Claro está, mucho antes Le Corbusier ya había sentenciado que lo que se levantaba allí era “la más bella obra arquitectónica del mundo”.

A medida que corre el sol, los montes con alta composición de dolomia, cambian de color. Y si en la mañana son blancos, en la tarde se tornan rosa. Y rosa es el color del giro. El de Rogoberto Urán, hasta el martes pasado, cuando Nairo Quintana decidió dar un golpe de estado, a punta de pedal, estrategia, convicción e inteligencia, mucha inteligencia.

De todo ello se habla a tres días de que acabe aquí, en el extremo nororiental de Italia, junto a la frontera con Austria y Eslovenia, la segunda prueba por etapas más importante del calendario anual. Y algo más que eso: la más dura, la más imprevisible, la más emocionante.

Se habla en italiano, alemán y en ladino, una lengua ‘romance’; de los Alpes que no dejan morir los campesinos, aislados entre estos valles custodiados de montañas. Y se habla, cómo no, también castellano, el de Quintana, Urán, Juan David Arredondo, Robinson Chalapud, Harlinson Pantano, Sebastián Henao. Esta formidable generación.

A la espera del remate (en el ciclismo, como en todos los deportes, siempre hay campo para el zarpazo de última hora), vale la pena desgranar esos atributos que han llevado a Quintana, el ciclista de Cómbita (Boyacá) a trepar, nunca más cierto, tan alto, luego de su formidable segundo lugar en el Tour de Francia de 2013.

El pedal

Suena absurdo decir que Nairo pedalea. De hecho, todos lo hacen. Pero su noción de pedalear corresponde a una categoría especial, la de hacerlo sin arrojar luces que determinen qué se trae o, cuando las cosas no caminan, qué padece, como esa gripa de estos días que se niega a marcharse.

Es más, con contadas excepciones, sus ataques tienen el carácter de eso que los allegados al ciclismo llaman “arrancones”. De pronto, con un ritmo sostenido, deja atrás a sus rivales, sin que el esfuerzo parezca mayúsculo, cuando en realidad lo es. Hay, dicen algunos, un punto de equilibrio en el que concurren sus enormes facultades físicas y ese temperamento tan suyo, el apacible de boyacense que le permite “respirar” cada decisión que toma.

Aparte, Nairo tiene una respuesta para cada pregunta del recorrido. El martes, cuando destronó a Urán y se calzó, quién sabe si para siempre en este Giro, la Maglia Rosa, sacó más ventaja en el descenso que en el brutal ascenso de esa pared que llevó la carrera a Val Martello. Igual, ya se sabe, el trabajo de sus preparadores para alcanzar niveles de excelencia en el llano ya dejan resultados palpables.

Conclusión: ¿Cómo pedalea Nairo? Como todos, pero diferente a todos.

La estrategia

Los resultados del Tour de Francia el año pasado, más lo que va a sumar en el Giro actual (más allá del resultado final, Nairo ha dado espectáculo y le ha puesto más pimienta a la prueba de la que ya tenía el trazo de la carrera, apuntando todo el tiempo hacia los cielos) tienen nombre y apellido: Nairo y el trabajo de su equipo.

Luego de subirse al podio en Paris en 2013, Nairo le recordó a este periodista y a COLPRENSA, cuánto significaba el entrenador José Luis Arrieta y la planificación del equipo Movistar para alcanzar semejante logro.

Hoy no es menos. Hay una historia sobre este Giro que vale la pena contar. En algún momento, Nairo estuvo a punto de no correr la competencia. Hasta cierto punto, esta carrera es loca. Por ejemplo, se dice, y se ve, que las motos aquí mandan más que los comisarios y ponen incluso en riesgo la integridad de los ciclistas. Bueno, aquí entre nos, a lo mejor fieles a esa forma tan particular de conducir que tienen los italianos.

Y a lo mejor ahora nadie se acuerde que al boyacense le costó mucho el curso de inducción en la Tirreno – Adriático de comienzos del año. Cuenta el periodista Carlos Arribas de El País de España, que, más que el dolor de perder, a Quintana le costó asimilar eso otro: la carrera a la italiana. Tanto, que pidió permiso para no ir. Pero, prosigue Arribas, como nadie conoce mejor a Nairo que su director José Luis Arrieta, hubo pausa para pensarlo y eligieron hacerlo, dónde mejor, que aquí, en Las Dolomitas. Vinieron, vieron y trazaron la estrategia para vencer. Incluso, analizaron el punto aquel del descenso en el que luego Nairo tomaría la ventaja que hoy lo tiene con opción de ser el primer colombiano en levantar los brazos como gran vencedor. Una bajada, la que cae del monte Stelvio, en la que hay 48 giros en U en menos de treinta kilómetros. Un auténtico episodio de vértigo.

En Movistar, como diríamos en Colombia, son muy serios. No se trata de un simple reloj sino de un auténtico cronómetro. Todo se hace dentro de una planificación que tiene corte de alta ingeniería. Cada hombre es una pieza de un engranaje que funciona así, a la perfección.

Convicción

 La fe de carbonero. Con ella, Nairo, cuando era quinto en la general detrás de Urán, el australiano Cadel Evans. El polaco Rafal Majka y el italiano Fabio Aru, no se descartó. Y jamás parece que lo va a hacer. Si alguien cree en Nairo Quintana ese es Nairo Quintana. Muchos interpretaron el “si no gano yo, que sea Rigoberto Urán” como el hasta aquí me trajo el río. Para nada. Sabía que quedaba mucha carrera por delante, e hizo lo suyo: eso de pedalear y mirar siempre al frente, poco, o casi nunca, para atrás.

Luego, le sonó algo destemplado el que cobrara con una especie de dedicatoria a quienes ya lo habían sacado de la baraja. Pero para poder hacer cosas así y decir cosas así, se necesita tener muy claro que hay en la cabeza, en ese tanque inacabable de aire que tiene entre pecho y espalda, y en esas piernas de acero. Pero también en el corazón con que empuja todo, en especial esa convicción, un sello personal tan suyo como su sonrisa de hombre bueno. 

Inteligencia

¿Cómo corre Nairo Quintana? Sin duda, con una inteligencia muy superior al promedio. Es, aparte de disciplinado y atento a la planificación de la carrera que hace su equipo, un hombre que a todo momento lee lo que está pasando y, aún más importante, lo que puede sobrevenir. No se aprovecha del trabajo de los demás, pero tampoco se desgasta. Algún día revelará cómo elige los momentos de sus movidas en la carretera, es decir, cuándo cruza lo que le dice Arrieta con su propia percepción del terreno y de sus rivales. Es un zorro, dicen en la calle. Aquí en Las Dolomitas, está claro que es más que eso: es un ajedrecista al que no le importa si juega con las blancas o las negras, porque lo suyo está más allá de la suerte. Incluso, de las circunstancias. Y si en el ciclismo, dicen los que saben, se tiene capacidad física e inteligencia, más la segunda que la otra, el mundo es una rueda. 

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