El asesinato de los soldados pasa cuenta de cobro al proceso de paz

Los soldados estaban tan confiados que estaban durmiendo e inicialmente confundieron el ataque de los tatucos y las ráfagas de disparos con relámpagos.

El asesinato de los soldados por parte de las Farc que provocó un nuevo péndulo en la opinión pública hacia las tesis uribistas obligó al presidente Juan Manuel Santos a una difícil exigencia a la mesa de negociación.

Santos señaló al respecto: “Señores de las Farc, escuchen el clamor nacional. No se hagan los sordos ante lo que los colombianos les estamos gritando: ¡Llegó la hora de acabar la guerra! La paciencia se nos agota. Hay que poner plazos a este proceso. Y si quieren la paz tienen que demostrarlo con hechos y no con palabras”.

Es una exigencia tibia, que probablemente no pasará de una declaración para la tribuna, pero que muestra el impacto político que ha tenido este episodio, cuyas ondas se han sentido en la calle, en la Casa de Nariño y con mucha intensidad en las redes.

A favor de Uribe

La emboscada de las Farc al Ejército a un pelotón de 30 soldados que estaban descansando la noche del pasado martes 14 de abril bajo el techo de un polideportivo en la vereda La Esperanza, en Buenos Aires (Cauca), ha movido de nuevo el clima de opinión pública frente al proceso a favor de las tesis de Álvaro Uribe.

A raíz de la declaratoria de cese unilateral del fuego por parte de las Farc, Uribe insistió con un mensaje:

“Ellos están hablando de cese unilateral tramposamente, porque está condicionado a la parálisis del Ejército”, fue su reacción al anuncio del cese unilateral en diciembre.

“Santos humilla a los colombianos con mentiras sobre cese unilateral, es bilateral y violado por las Farc”, dijo en enero, cuando Santos anunció por primera vez el cese de bombardeos.

A los ojos de muchos colombianos, los hechos del miércoles le confieren la razón: las Farc burlaron la confianza que habían creado de que no llevarían a cabo acciones ofensivas.

Los soldados estaban tan confiados que estaban durmiendo e inicialmente confundieron el ataque de los tatucos y las ráfagas de disparos con relámpagos. Once soldados -un suboficial y 10 soldados- fueron asesinados.

Esta sensación de que las Farc en efecto hablaban “tramposamente” de cese unilateral exacerbó una reacción en la población de dolor frente a la muerte de los soldados, que quizá no tiene precedentes.

Circularon chats invitando a la gente a vestirse de negro, todas las rejas del Cantón Norte están llenas de flores y de velas. Lo mismo ocurre en otras guarniciones militares como la de Barranquilla

Hubo pronunciamientos de los gremios

“El Consejo Gremial Nacional, en representación del sector empresarial colombiano, rechaza vehementemente los actos de violencia que las Farc llevaron a cabo contra el Ejército nacional y que dejaron como saldo 10 militares muertos y varios heridos. El Consejo hace también suyas las condenas que a este hecho han expresado diferentes sectores de la sociedad”, escribió su cúpula.

Hasta Pablo Catatumbo, el jefe guerrillero que es el comandante del Bloque que perpetuó el ataque, dijo que “el país y el mundo ya conocen nuestra posición sobre estos hechos luctuosos, los cuales lamentamos profundamente”.

Sinceras o inducidas estas manifestaciones, hay un cambio positivo en la opinión pública cuando la muerte de los soldados -después de que han muerto en los últimos 10 años tres mil 890, según el Ministerio de Defensa- no solo es noticia nacional sino que además representa un luto colectivo.

Este dolor nutre el odio contra las Farc que, a su vez, ha sido y es una fuente del poder de Uribe.

Esto va, además, unido a la sensación de que por lo menos la mitad de la población (si uno cree a las encuestas) añora el sentido protector de la Seguridad Democrática.

Es una sensación que expresó Pablo Blanco, el papá de Óscar David, uno de los soldados muertos, cuando en NTN24 invitó al expresidente al sepelio de su hijo.

Uribe no lo dejó solo y canceló un viaje a Brasil para asistir. La imagen del expresidente abrazando al campesino destrozado y su entrada en medio de aplausos al sepelio, contrasta un poco con el frío abrazo del presidente Santos, quien, además, tuvo que sufrir chiflidos cuando fue a las casas fiscales en Cali a visitar a los soldados heridos en este ataque.

El péndulo de la opinión pública vira hacia el expresidente y se fortalece a la vez la desconfianza entre las Fuerzas Militares frente al proceso de paz.

Los aliados 

El que el mismo vicepresidente y dos representantes tan importantes del Partido Liberal -que ha sido un aliado incondicional del proceso de paz y de Santos- exijan plazos es una señal más de la movida hacia la derecha y más lejos de La Habana que se dio a raíz del ataque. Como dijo una fuente, hay que ver si “surge una nueva corriente dentro de la coalición oficial de paz que se ubica a la derecha”.

El Presidente, como le ha sucedido ya en el pasado, reaccionó al clima de opinión y se unió con el llamado a la mesa a definir plazos. Un llamado que es técnicamente muy difícil porque, primero, se tienen que poner de acuerdo ambas partes y segundo, porque ¿cuál es el plan B?

Habrá que esperar cómo procesa la guerrilla el impacto de este golpe al proceso y cómo se traduce en la mesa de negociación este quiebre en la opinión frente a La Habana.

¿No podían disparar?

Como lo contó La Silla, este ataque ocurre justo cuando el estamento militar parecía estarse alineando con la negociación en La Habana, como lo demostró la nueva propuesta del Ministerio de Defensa frente al fuero penal militar y el regreso del general Mora a la mesa de conversaciones.

Fuera de los chats que corrieron entre los batallones diciendo que Santos había negado apoyo aéreo a los soldados -algo que fue totalmente desmentido por el comandante de la FAC y el ministro de Defensa-, sino que una mamá de unos de los soldados muertos dijo algo que refleja el ánimo entre algunos sectores militares.

“La última vez que me llamó, el domingo, me dijo que les habían ordenado no disparar, que no podían hacerlo”, dijo a noticias RCN Carmen Arce, la madre de uno de los soldados muertos. También quien cuestionó el proceso de paz que se adelanta con las Farc en Cuba.

Si bien esta tragedia ayudará a capitalizar políticamente el discurso de Uribe frente al proceso de paz porque el diapasón de la opinión pública se devuelve hacia su lado, es significativo que ni el mismo expresidente haya llamado a acabar con el proceso de paz.

Desde el año pasado, cuando entre primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales el uribismo cambió de discurso, Uribe ha venido exigiendo cambios en el proceso.

“Que haya una garantía de seriedad que dé credibilidad, que las Farc acepte, en un gesto con el pueblo colombiano, concentrarse en un sitio, en un cese unilateral de actividades criminales, supervisadas internacionalmente”, reiteró ayer, en reacción a las muertes de los soldados.

Por eso, es aún más duro el golpe que sufre el Presidente desde su entraña política.

El primer golpe vino del vicepresidente Germán Vargas Lleras, el jueves. “Sería muy deseable que en las próximas rondas de negociaciones el país pueda conocer que se han fijado unos plazos y unos términos para avanzar en ese proceso”, dijo.

Sus declaraciones tuvieron repercusiones porque, como dijo la senadora de la Alianza Verde Claudia López, fue “su salida de closet” frente a un proceso de paz, un tema que hasta ahora había tratado de ignorar.

“El mensaje político de Germán es grave. Él es un tiburón. Apenas olfatea sangre en la piscina da el zarpazo”, dijo un analista político.

Horas después, el senador liberal Horacio Serpa, viejo defensor de los diálogos, se sumó.

“Siempre he dicho que no es conveniente una fecha (...), pero frente a las circunstancias, yo pienso que hay que poner una fecha porque, o si no, este proceso se puede dilatar demasiado”, dijo el exgobernador de Santander.

Y por la noche, en Hora 20, se sumó el ministro de Interior, Juan Fernando Cristo. “Hay que pensar en acelerar las negociaciones y tener fechas límites para tener un acuerdo”, explicó. 

Credito
LASILLAVACÍA.COM

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