La lucha por la carretera Panamericana

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
En el sur de Colombia, el Gobierno y las FARC libran una guerra a lo largo de la carretera Panamericana, en un trayecto por el que circulan a diario unos siete mil vehículos y comunica el interior del país con Cauca, Nariño y Ecuador.

Es un tramo de 250 kilómetros que atraviesa el departamento del Cauca, desde Villarrica, en límites con el Valle, hasta El Remolino, el primer pueblo de Nariño. En ese trayecto la guerrilla ha realizado 27 ataques en los últimos tres años. Las acciones, desde el 2012, incluyen hostigamientos a los puestos y trincheras, ataques a patrullas móviles, quema de vehículos y voladura de puentes y de tramos de carretera. Siete miembros de la fuerza pública murieron en esas incursiones y, al menos, cinco resultaron heridos.

Desde abril pasado, cuando las FARC pusieron fin a la tregua unilateral con el ataque a una patrulla en el que murieron once soldados, las autoridades detectaron un incremento en la actividad guerrillera alrededor de la Panamericana. En respuesta, el Ejército y la Policía reforzaron la seguridad de la vía con tanquetas recién importadas, dos compañías élite con vehículos y armamento pesado, sobrevuelo de helicópteros y más de 800 soldados contraguerrilla que esta semana comenzaron a desarrollar operaciones contra los frentes y columnas de las FARC que atacan la Panamericana. Otros 720 soldados y cerca de 500 policías vigilan en forma permanente la carretera y sus alrededores.

A pesar de esa situación, el tráfico por esta vía fluye hoy con normalidad. Incluso, pasan, encaravanados, tres buses con turistas de Piedecuesta, Santander. Van para el santuario de Las Lajas. Hacia las nueve de la mañana del primer miércoles de julio arribamos al lugar donde la guerrilla mató a tres policías el pasado 11 de junio. Fue el asalto más reciente. Los guerrilleros les lanzaron granadas y los remataron con disparos de fusil cuando dos subintendentes y un patrullero realizaban un retén en la vereda Las Cruces. Luego huyeron a pie por la carretera y más adelante se internaron en el monte.

El lugar del ataque está ubicado a unos veinte kilómetros de Popayán, muy cerca de tres casas campesinas, cuyos habitantes dicen no haber visto nada. “Estábamos adentro alistando unas naranjas cuando escuchamos los disparos y nos escondimos. Cuando salimos ya estaban muertos; al ratico llegaron los helicópteros”, dice una mujer.

Ofensiva en el sur

Unos veinte kilómetros más adelante, estacionada en una curva de la vereda El Céfiro, a la entrada del municipio de Rosas, aparecen una tanqueta Goliat y una decena de policías en moto y con fusiles Galil. Pertenecen a la seccional de Tránsito y Transportes. Uno de ellos dice que otros patrulleros permanecen emboscados en los barrancos para evitar un ataque desde un cerro vecino.

“Estamos amenazados de que en cualquier momento nos atacan. Un campesino nos contó que han visto gente armada en las veredas cercanas y a otras personas transportando cilindros y costales al hombro”, dice un subintendente que lleva nueve años vigilando la Panamericana. Cuenta que uno de sus mejores amigos, el subintendente Dilan García, fue asesinado muy cerca de aquí hace más de tres años: “Les activaron una bomba a la orilla de la carretera cuando estaban patrullando por los lados de Párraga”.

No obstante, sobre la cabeza de dos de los policías, mecida por el viento, hay una pancarta en la que se invita a Las Fiestas de Verano, del 18 al 20 de julio, en la vereda El Céfiro. “Toros – cabalgatas – orquestas”.

En este trayecto, al sur de Popayán, las FARC han realizado este año los mayores ataques. Además del asesinato de los tres policías, en mayo y junio dinamitaron la carretera en El Estrecho, con lo cual interrumpieron el tránsito durante varias horas.

Los investigadores de la Policía departamental de Cauca dicen que el incremento de los ataques en el sur del Cauca está relacionado con el traslado hacia esa zona de ‘El Monín’, un experimentado explosivista de las FARC que venía actuando en el norte del departamento.

Según el coronel Jorge Hernando Herrera Díaz, comandante de la Brigada 29, con sede en Popayán, las estructuras de las FARC que cometen ataques contra la carretera Panamericana son la Columna Móvil Jacobo Arenas, comandada por Reinel Natalio García, ‘Pija’; el Frente Sesenta, al mando de ‘Pocillo’ y del ‘Grillo’, y el Frente Veintinueve, comandando por ‘Ramiro’. A este último las autoridades también le atribuyen ataques en el norte de Nariño, en límites con el Cauca.

Estas organizaciones –según el Ejército – están conformadas por unos 165 guerrilleros y unos 400 milicianos, que las autoridades conocen como Redes de Apoyo al Terrorismo, RAT.

Hasta en las alcantarillas

La ofensiva de las FARC sobre la vía Panamericana comenzó hace ya varios años, con retenes masivos en la ruta Cali – Popayán. La vía fue militarizada y entonces la guerrilla empezó a atacar los puentes, especialmente el que está ubicado sobre el río Ovejas, el cual ha sido inutilizado parcial y totalmente en unas siete ocasiones, según las cuentas del coronel Herrera Díaz. Hoy, este puente, que fue reconstruido totalmente, permanece vigilado las 24 horas por unos treinta soldados.

Los guerrilleros también volaron, en agosto del 2012, el puente sobre el río Piendamó y, en octubre del 2013, destruyeron con un carro bomba el puente sobre el río Mandiva, a unos sesenta kilómetros de Cali. Este último ataque dejó nueve personas heridas y unas diez viviendas afectadas.

Un soldado profesional, de apellido Sandoval, que pasó once años en las selvas del Caquetá y hace un año fue traslado a la Panamericana, dice que la guerrilla ha cambiado sus estrategias. Desde que el Ejército y la Policía vigilan los puentes las 24 horas, comenzaron a rellenar con explosivos las alcantarillas que atraviesan la vía y las hacen explotar, generalmente durante la madrugada.

Cuando las autoridades iniciaron la revisión, una por una, de las alcantarillas que existen en este trayecto, las FARC cambiaron de táctica: colocaron bombas cerca de la boca de las alcantarillas, para hacerlas explotar cuando los soldados y policías se acerquen a inspeccionarlas.

La alarma más reciente es el llamado plan pistola. Este año, especialmente, los soldados y policías permanecen alerta después de que un hombre vestido de civil se acercó a un centinela del puesto de policía de Miranda, un municipio del norte del Cauca, y le disparó sorpresivamente. Después de matarlo, el miliciano recogió el fusil de dotación y huyó en una moto.

Quizá por esa razón, un soldado de unos veinte años permanece a menos de tres metros, atento y con el fusil listo, mientras el comandante de guardia y el soldado profesional atienden esta entrevista, a un lado del puente sobre el río Ovejas. En el puente de Mandivá, los soldados del Batallón Pichincha se retiraron del borde la vía y permanecen ocultos en una trinchera y un guadual cercanos, para evitar que les disparen desde los carros y motos que por aquí transitan a más de sesenta kilómetros por hora.

Debido al estado de alerta en el que permanecen las tropas que vigilan esta vía, explica el soldado profesional Sandoval, las FARC han intentado infiltrar de noche a los llamados ‘pisasuave’, un grupo élite de las FARC especializado en burlar la vigilancia de las unidades contraguerrilla. Cuenta que hace cerca de un mes un centinela alcanzó a detectar a uno de estos hombres, en una zona cercana al puente, donde pernoctaba la contraguerrilla Dínamo Uno. Se desató una balacera, pero no hubo heridos ni capturados.

Las FARC han optado por realizar ataques a la Panamericana con grupos muy pequeños. “Para colocar explosivos en una alcantarilla solo necesitan dos personas: el explosivista y otro que vigile”, dice el coronel Johnny Osorio, comandante operativo de la Policía Cauca.

Los ataques frustrados

Además de la importancia estratégica para la economía y la movilización de pasajeros, la Panamericana también es el medio que utiliza la guerrilla para introducir explosivos y otros artefactos al país desde el Ecuador, explica el mayor Diego Alexander Vargas, comandante de la Policía de Tránsito y Transportes.

En los últimos quince días, por ejemplo, la Policía decomisó quince mil estopines, mil metros de mecha lenta, mil metros de cordón detonante y cinco libras de explosivos. Algunos de estos materiales venían escondidos en un camión doble troque que hacía la ruta Mojarras – Popayán. En el norte del Cauca, el Ejército también descubrió veinte kilos de explosivos escondidos cerca de la carretera. “Van trayendo de a poquitos y cuando tienen unos 70 kilos vuelan la alcantarilla”, dice el coronel Herrera Díaz.

Para tratar de prevenir los ataques, la Policía y el Ejército de dividieron la vía. Cada metro de la Panamericana tiene un responsable. De los puentes y de las alcantarillas. Los tramos considerados más críticos están a cargo del Ejército. Esto incluye los puentes sobre el río Ovejas y, especialmente, el puente Galíndez, una construcción de 45 metros de largo sobre el río Patía, que une a los departamentos de Cauca y Nariño.

En un recorrido de más de cien kilómetros, entre Rosas y Mandiva, este enviado de Colprensa se topó con tres puestos del Ejército y Policía dotados con vehículos blindados, armamento pesado y unidades contraguerrilla traídas de otras regiones del país.

Un helicóptero Bell 212, artillado, inspecciona de tanto en tanto la vía mientras otros tres helicópteros de combate esperan en tierra. Con seguridad, esta es una de las carreteras más vigiladas del mundo.

Con esos dispositivos, las autoridades tratan de neutralizar los ataques de las FARC a la Panamericana. Quienes transitan por esta vía con regularidad, especialmente los conductores de buses intermunicipales y de tractomulas, ya se han acostumbrado a pasar, de vez en cuando, algunas horas en las filas que se forman cuando hay algún atentado.

Julio César Lucero, por ejemplo, conductor de un carrotanque de leche, dice que lo han afectado tres de los ataques (en El Estrecho y en los ríos Mandivá y Piendamó), además de que hace unos veinte años, cuando se iniciaba como chofer, lo bajaron de la cabina de la tractomula antes de incendiar el vehículo.

El hombre cuenta que desde que las FARC reiniciaron los ataques a la Panamericana, los conductores ya no transitan de noche por ciertos tramos. Dice que de día no hay ningún problema. Y está tan seguro de ello que esta mañana viaja en la cabina de su Kenworth con su esposa y sus dos hijas pequeñas. Cuenta que las niñas salieron a vacaciones y no se le quieren despegar, así que habló con su esposa y decidieron viajar en familia por esta carretera, la más vigilada por las autoridades, pero también la más atacada por la guerrilla.

Credito
JOSÉ NAVIA LAME. ESPECIAL PARA COLPRENSA POPAYÁN

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