“Hay que estar muerta para que la justicia actúe”

SUMINISTRADAS – EL NUEVO DÍA
La denuncia efectuada por una periodista sobre la golpiza, disparos y amenazas de muerte por parte de su excompañero sentimental, demuestra que en Colombia no estarían sirviendo los programas que el Gobierno efectúa contra la violencia de género.

“¿Y de qué sirve denunciar el maltrato contra la mujer?”, es la pregunta que desde el primero de febrero se hace diariamente la periodista Yamile Arango Ospina, luego de la golpiza sufrida a manos de quien decía amarla y dar su vida por ella.

“¿Y de qué sirve denunciar el maltrato contra la mujer?”, sigue en su cabeza esta pregunta, pues luego de interponer la denuncia ante la Fiscalía, le dijeron que su delito era mínimo y la justicia no podía actuar. Aunque el oficial del Ejército le desfiguró la cara y accionó su arma, pero, como no tocó un órgano vital, no corría peligro.

“¿Y de qué sirve denunciar el maltrato contra la mujer, si no cuentan las heridas, ni las cirugías que debió practicarse y menos cuentan los daños psicológicos?”.

La vida de esta exitosa comunicadora social, quien estuvo en prensa del Congreso y ahora maneja los medios de comunicación del Ministerio del Interior, cambió el pasado 31 de enero, cuando NFS, el militar que fue su compañero sentimental durante dos años, casi la asesina.

Yamile se atrevió a contar lo sucedido esa noche del domingo, debido a la indolencia de una justicia que dice proteger a las mujeres, pero que no existen leyes que las amparen. Lleva más de un mes esperando una solución, mientras este hombre sigue acosándola mediante correos electrónicos.

Noche de angustia

El último fin de semana de enero, Yamile Arango decidió pasarlo con su familia, desde diciembre venía a Ibagué, y además fue la excusa para decirle a su exnovio, que sacara sus cosas del apartamento, pues desde el 4 de enero habían terminado la relación.

Ese domingo, y después de pasar el que era el mejor fin de semana al lado de los suyos, la comunicadora abordó el vuelo de las 6 de la tarde, y al llegar al lugar donde residía, vio su ropa interior desordenada, ella al llamarlo, lo advirtió de su regreso y le dijo que ya estaba en Fusagasugá.

“Yo le creí, estaba tranquila, desempacaba mi maleta mientras hablaba con mi mamá por celular, eran las 8:15 de la noche, cuando siento que están abriendo la puerta. No sé si llamarlo instinto, o simplemente sabía bien con la persona que me había metido, pero empecé a gritar que no entrara, sin embargo, ahí empezó esta película de terror.

“Entró a la fuerza y me encerró con un candado, la llamada con mi mamá aún estaba activa, yo gritaba que no me fuera a hacer daño porque mis papás ya sabían la clase de persona que era él y llamarían a la Policía, fue cuando empezó a golpearme y yo gritaba ‘no me mate, por favor no me mate’, mi mamá escuchaba todo”

“Él dañó mi celular y por ello viví, dos horas después, los peores 120 minutos de mi vida, en los que recibí puños, patadas, mechoneadas contra el suelo y amenazas con un revólver, mi familia volvió a saber de mí. Y fueron dos horas porque logré encerrarme en el baño y gritar pidiendo auxilio por una ventana”.

“Pedí fuerzas a Dios”

La brutal golpiza continuó, según lo narra la víctima, cuando él rompió la puerta del baño, la golpeó contra el lavamanos y le apuntó con el arma.

“Alcancé a pronunciar: ‘Dios, en tus manos encomiendo mi espíritu’, sin embargo con una gota de esperanza, a punto de desmayar, botando sangre por la nariz y la boca, le pedía que me llevara a la clínica.

“Por fin llegó la Policía, él me limpió la cara y me dijo que me asomara por la ventana y dijera que todo estaba bien, se paró al lado mío y apuntándome con el arma, me asomé y le hice caso, pero un segundo después les pido que me saquen de ahí.

“Él se asoma y les dispara, la Policía reacciona y e iban a responder. El sujeto este me coge a la fuerza y me usa como escudo para que me mataran; no era mi día, otro Policía alcanzó a coger la mano del que iba a disparar y literalmente me salvó la vida”.

Finalmente, ambos fueron llevados al CAI.

Sin apoyo

Allí, las palabras que la periodista escuchaba a su alrededor eran solo reproches, entre ellas y, que la marcó, fue: ‘Algo tuvo que haber hecho para que la dejaran así’.

Desde Ibagué, su padre abordó un bus y arribó a la URI a la madrugada, esperaron cuatro horas para que la atendieran, volvió a la Fiscalía acompañada de una abogada, “me defendió como nadie, sin embargo, de nada sirvió”.

“El delito ‘maltrato contra la mujer’ o algo parecido, no existe. Entonces mi amiga buscó qué delito podría darle.

“Dijo que era secuestro porque me había encerrado, pero no fue considerado así. También dijo que era intento de homicidio porque me apuntó con el arma, pero respondieron que no, porque no había afectado ningún órgano vital. Es decir, solo aplicaba si hubiera quedado ‘medio muerta’.

“Tampoco pudo ser violencia intrafamiliar, pero que no, porque no vivíamos juntos. Conclusión, lo judicializaron por lesiones personales, delito que solo da 36 horas de cárcel, pero en verdad salió a las 34 horas, tranquilo y mirándome a los ojos, con la frente muy en alto, como si hubiera sido un hecho justo y merecido.

“Tuve una charla psicológica con una abogada de la Defensoría, quien me dijo que casualmente había hablado con él mientras estaba detenido, que se notaba que me amaba y que yo debería perdonarlo, ¿les parece justo?”.

A modo de reflexión

La incapacidad de Yamile fue de 16 días, estos fueron utilizados para adelantar todos los trámites en la Fiscalía, gastar pasajes, cambiarse de apartamento. “Huir de esas paredes llenas de sangre que me recordaban cada escena, huir del miedo a que llegara de nuevo a cumplir con su promesa de matarme”.

Y tras otros detalles sobre su triste suceso, finalizó su relato: “El consejo a las mujeres, es que huyan en cuanto vean una actitud de violencia de su pareja, por amor nadie cambia y si la aman no la golpean.

“No esperen a que sea peor el daño, las autoridades aún no pueden actuar como debe ser, porque la violencia contra la mujer no es un delito.

“Y al Gobierno y al Congreso, dejen de hacer campañas de prevención contra el maltrato, eso solo es populismo, dejen de invitar a denunciar si aún no tienen cómo defender. Primero, legislen para castigar este delito y luego hagan campañas”.

El castigo del hombre hasta el momento ha sido económico, gastos de cirugías que fueron pagados por el padre del militar maltratador y el cambio de base, pues ahora está en el Páramo de Sumapaz, desde donde le escribe pidiéndole perdón, a pesar de que existe una caución.

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios