“La gente no está acostumbrada a ver personas negras en posiciones de poder”

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
Entrevista con Paula Moreno, exministra de Cultura, quien esta semana presenta su libro ‘Poder de lo invisible’, donde relata cómo se convirtió en la primera afrocolombiana en ser jefe de un ministerio.

En 2007, Paula Moreno fue nombrada ministra de Cultura, con apenas 28 años, afrocolombiana, sin hacer parte de los apellidos de élite del país, ni tampoco hacía parte de alguno de los grupos políticos.

Once años después, decidió relatar cómo se dio este hecho sin precedentes en la historia nacional, junto a todos los retos que tuvo que afrontar durante su paso por este cargo.

Ingeniera industrial, ha realizado distintos estudios en universidades como Cambridge, Yale y MIT, siendo reconocida por la BBC de Londres como una de las cien mujeres líderes en el mundo, gracias a sus aportes desde el ministerio y posteriormente en Manos Visibles, la corporación que fundó en el 2010 y que preside, con la misión de empoderar líderes y organizaciones de comunidades excluidas con el fin de cambiar las relaciones de poder.

 

Una historia única

-¿Cómo nació la idea de escribir este libro?

Cuando arranqué en el Ministerio de Cultura, hace once años, unos amigos me sugirieron que llevara un diario como un ejercicio de ir registrando esta experiencia que era única, además de ayudarme a desahogarme y evaluar.

Al terminar en el Ministerio salí a estudiar al exterior. Me di cuenta que valía la pena compartir la experiencia de lo vivido, porque al iniciar en el ministerio busqué biografías de ministros jóvenes, de presidentes o mujeres políticas jóvenes y no encontré en las librerías de Bogotá. Una amiga de Estados Unidos me envió 20 memorias de líderes en distintas posiciones en dicho país.

Me parecía increíble que uno quiera buscar referentes y que la experiencia no esté registrada cuando uno ocupa posiciones de poder en un país. Estudiando en Boston (Estados Unidos) empecé a retomar todas las notas, leer más memorias y nació la idea de escribir sobre esta experiencia.

-¿Cómo fue la experiencia de escribir estas memorias?

Al principio creí que sería muy fácil, que sería escribir de mi experiencia y sentimientos y entregarlo para que lo pulieran y publicaran, pero la gente que lo leía me empezó a decir que le faltaba profundidad, que le faltaba un tono, que no estaba narrando, por lo que empecé a tomar cursos de escritura.

No pensé que fuera tan difícil el proceso de escritura. Es complicado no organizar la experiencia, sino encontrar cómo contarla, pensando siempre en el lector y haciéndose la pregunta en cada página, ‘Para qué contarlo’.

Es una especie de trabajo de arqueología, de no dejar de escarbar en uno mismo para lograr encontrar la sinceridad necesaria y que esta se transmita en lo que uno escribe.

-Entre las cosas que narra en el libro, está el rechazo que recibió por parte de muchas personas al asumir como Ministra de Cultura...

Sí, entre ellas la de un parlamentario que más adelante estaría en la cárcel. Yo me imagino que él esperaba que el ministerio fuera una cuota política o alguien de su grupo. Yo no era conocida y la constante pregunta que me hicieron apenas llegué era ‘cuota de quién’, por lo que les decía que era ‘cuota de Dios’, porque no venía representando un sector político, lo cual generó una fuerte molestia, porque había mucha gente trabajando, políticamente, por ese cargo.

-¿Difícil situación?

La gente no estaba acostumbrada. El 90 por ciento del equipo dentro del ministerio me miraba con incredulidad y fue toda una tarea para que entendieran que yo no era una experta cultural y que llegaba a gerenciar pensando en este país que es diverso y necesitaba sentirse representado. Desarrollar una agenda con todo el equipo.

Al ser muy joven muchas personas pensaron que podía ser manipulable o no sabía dónde estaba parada. Sabía que no sería fácil, pero fue clave rodearme con un grupo de expertos y no temerle a eso, porque parte de saber gerenciar es traer a la gente que sabe, crear la agenda y entregarle parte de esa agenda.

-¿Y el hecho de ser afrocolombiana?

La gente no está acostumbrada a ver personas negras en posiciones de poder, no es natural, ni es normal. Muchas veces, en las primeras reuniones, la gente me preguntaba ¿dónde está la ministra? Y muchas veces me dijeron ‘usted no puede ser’. En otras ocasiones, en las recepciones, me tocaba llamar a los escoltas para que ratificaran que yo era la ministra y me permitieran entrar.

En una ocasión, un artista colombiano, con quien ahora tenemos una gran amistad, cuando nos presentaron preguntó: ¿Ella de qué país africano es ministra? Porque no estamos acostumbrados porque la diversidad la vemos en la periferia, donde nosotros organizamos y decidimos por ellos pero no con ellos.

Cuando esas cosas empiezan a cambiar, la gente lo rechaza y en muchas ocasiones te hace sentir que ese no es tu lugar.

-¿Han cambiado los tiempos?

Siento que en mi caso he pasado una barrera, ha sido un camino, pero falta mucho para que esto sea normal y natural. Necesitamos no sólo tener un ministro sino una tecnocracia, porque de lo contrario terminas sin leer una parte del país al no integrar esas visiones.

 

Ministerio joven

-¿Cómo fue el trabajo en un ministerio que apenas iba a cumplir diez años de existencia?

 Era el Ministerio más joven, apenas iba a cumplir diez años y el objetivo era abrirlo y alejarlo de esa percepción de ser la cultura de ciertos grupos en Bogotá, sino que era un ministerio de todos para todos. Empezar a ver quiénes aún no tenía representación, como los temas indígenas, así como abrir las posibilidades del sistema de música más allá de lo sinfónico, también lo tradicional y lo urbano.

-¿Difícil hablar de cultura en un país como Colombia?

 Era dar a entender que Colombia no es el país de la cultura, sino de las culturas, vistas no solo desde el valor estético, sino desde el tejido social, desde lo que genera sentido y como nos interesa integrarlo para que brinde su mayor aporte.

-¿Cómo fueron sus días una vez dejó el Ministerio de Cultura? 

Ese es el tema del siguiente libro (risas). Fue realmente fuerte porque los primeros días me despertaba a las cinco de la mañana pensando en lo que tenía que hacer y debía responder, por lo que tenía que relajarme.

Un año antes de dejar mi cargo, sabía que debía salir del país a estudiar, para dejar atrás mi paso por el ministerio y empezar a concentrarme en nuevos proyectos como ‘Manos visibles’.

-¿Cómo ha sido la construcción de su corporación Manos Visibles? 

Ha sido muy lindo porque ser líder solitario es muy complicado. Si uno quiere hacer transformaciones e inclusión efectiva, necesita una masa crítica, con un grupo de personas que ayudan a construir una agenda, por lo que esta fundación busca ayudar a la formación de líderes de comunidades excluidas del país.

Hoy tenemos más de dos mil líderes en todo el país, muchos de ellos en posiciones del poder como el Secretario de Salud de Cali, el director de convivencia de la Alcaldía Mayor de Bogotá, mucha gente en posiciones importantes, quienes vienen de procesos donde han tenido acceso a maestrías y un montón de posibilidades de formación. 

Credito
COLPRENSA

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