Rostros de la violencia

Hablar de violencia tiene la ventaja que, en cierta medida, todos entendemos su significado, todos tenemos un concepto más o menos elaborado de ella, ya sea porque hemos sido víctimas o victimarios.

Pero como cada uno de nosotros somos personas distintas, nacidos y criados en ambientes diferentes, con muy diversas historias de vida, el concepto de violencia se transfigura y modifica con las percepciones individuales, con las interpretaciones y evaluaciones que hagamos.
Un primer acercamiento al tema sería entender que la violencia se refiere a determinadas acciones humanas, individuales o colectivas, sobre las cuales la mayoría de pueblos y comunidades tiene una valoración negativa, es decir la violencia sería una acción reprobable, que estaría por fuera de los valores que se habrían asumido para vivir en comunidad. Sería la ruptura de unos órdenes establecidos, de una armonía preexistente, de unas condiciones de vida aceptadas como, más o menos, válidos.
Surge una inquietud. Si todos tenemos una idea relativamente bien elaborada de lo que es la violencia y la mayoría de las comunidades la rechaza, ¿por qué se dice que vivimos los momentos más violentos de la historia de la humanidad? Ocurre que la violencia ha calado de manera intensa en nuestras vidas privadas y públicas, y se ha vuelto tan cotidiana, tan de todos los días, que nos cuesta trabajo identificarla con claridad. Además, habría que sumarle un aspecto que muchos creen, es pensar que el ser humano es violento por naturaleza. Esto tendría el inconveniente, además de justificar todas las acciones violentas, de no tener ningún sustento científico.
Hace más de 20 años la UNESCO convocó, en España, una gran cantidad de científicos, expertos y estudiosos a discutir el tema de la violencia. De allí surgió lo que se denominó el Manifiesto de Sevilla en el que se enunciaron algunos postulados que vale la pena resaltar: la violencia no está determinada genéticamente; no es heredada por el ser humano de su pasado animal; la evolución no ha favorecido una selección a los seres que tengan un mayor comportamiento violento; la violencia no está en la cabeza de los seres humanos; y no es hereditaria.
La violencia es una actitud profundamente humana, inventada y desarrollada por los seres humanos. La agresividad es un comportamiento que compartimos con nuestros antepasados los animales, diferente a la violencia que es una creación humana. Hay que tener en cuenta que la violencia es una realidad que presenta muchas caras, pero también muchas máscaras, muchos procesos de ocultación y manifestación, de visibilidad  e invisibilidad.
Una definición sencilla de violencia sería todo aquello que siendo evitable, impide, obstaculiza o no facilita el desarrollo humano en todas sus dimensiones. Se debe entender que la violencia es una realidad compleja que puede evidenciarse en acciones, emociones, pensamientos, ideas, creencias, actitudes, decisiones, palabras, discursos, gestos, símbolos, estructuras sociales, normas, mitos, leyes, regímenes políticos, procesos educativos, etc., por lo que se puede expresar en distintos tipos de violencia como: de género, física, política, doméstica, simbólica, sicológica, militar, patológica, social, estructural, cultural, etc. Debe quedar claro que la violencia no se reduce a la acción directa que causa daño, sino que hay acciones indirectas como la pobreza, la discriminación, la manipulación de la información, la corrupción y un mal gobierno que también son violencia.

Credito
AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA

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