¿Oro o agua?

Comienzo esta columna justamente por la que ha sido la principal preocupación de ambientalistas y autoridades colombianas alrededor del tema minero, en especial en lo que se refiere a la minería de oro.

La discusión, más emotiva que técnica, se ha concentrado en una serie de inexactitudes y reclamos alrededor de la disminución de los caudales y contaminación del agua, alegando que la minería acabará con nacimientos y ríos y, por ende, tendrá un efecto devastador e irreparable sobre el medio ambiente. Se ha tejido algo como un mito: la minería va a acabar con el agua y por eso es imprescindible escoger entre agua y oro.

Más allá de discusiones acaloradas, es importante tener claridades técnicas y científicas, es decir, fundamentos reales para comprender lo que está en juego. Colombia y, en particular el Tolima, es una región rica en recursos naturales, recursos que, utilizados e manera responsable, pueden generar riqueza e impulsar de manera sin precedentes el progreso y el bienestar para las comunidades.

Vale aclarar algunos asuntos. En el mundo entero, es la agricultura, no la minería, el sector que más contaminación produce. El agua que vuelve a los ríos y arroyos después de haberse utilizado para el riego suele estar degradada por el exceso de nutrientes, salinidad, agentes patógenos y sedimentos que suelen dejarla inservible para cualquier otro uso posterior, a menos que sea tratada —a gran costo. Se dice que la agricultura es responsable de 70% de la actual contaminación del agua en los Estados Unidos.
En el caso del Tolima, entre 80 y 87% del agua la consumen los cultivos. Y curiosamente el reclamo de muchos es que la minería, que usará una cantidad menor de agua en esta zona con el proyecto La Colosa, va a acabar con los nacimientos de la región y contaminará los ríos.

Lo cierto es que la minería responsable, que cumple estándares internacionales exigentes, reutiliza 60% del agua, y retorna al círculo natural 40% de dicha agua, potable y apta para el consumo humano. Particularmente La Colosa, en una etapa de producción, utilizaría entre 10 y 12 millones de m3 de agua al año. Esto significa una cantidad de agua mucho menor que la utilizada por los cultivos de maíz (212 millones de m3 de agua al año) o de arroz (1.764 millones de agua al año). Comparativamente, con el agua que se usa para los sembrados de maíz podrían desarrollarse 17.7 proyectos como la Colosa.

Tras utilizar el agua requerida para el proyecto, el impacto sobre el caudal del río Coello es menor de 2%, lo que significa que con los programas de prevención, mitigación y compensación que la Empresa tiene que desarrollar para que el proyecto sea viable, el impacto final es neto positivo.

La pregunta entonces no es oro o agua, o como lo han dicho otros, oro o vida. La discusión no puede ser alrededor de prejuicios y el debate tiene que darse de manera responsable. Tenemos un país rico en recursos naturales, una región con altos índices de desempleo y pobreza y una industria minera que puede jalonar el desarrollo de manera seria y cumpliendo con la legislación colombiana y con los estándares internacionales. La minería, como quinta locomotora, puede jugar un rol fundamental en el progreso y bienestar de Tolima.

La pregunta entonces es cómo hacemos mejor uso de esos recursos, cómo los convertimos en riqueza para todos los tolimenses. La discusión tiene que reenfocarse.

Credito
YEZID CASTAÑO GONZÁLEZ

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