Israel y Palestina: la guerra del fin del mundo

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Son primos de sangre, con una ADN marcado por la herencia genética semita. Ambos dicen que descienden de Abraham, y lo incorporan en sus ritos de fe, y solo los separan en su origen los óvulos de las dos hembras que el patriarca fecundó con la misma semilla: Sara y Agar, primero Agar que Sara, en aras de la verdad.

Pero los unos, ‘los judíos’, empezaron a decir que, como descendientes de Sara, eran el ‘pueblo elegido’, por tanto con derecho a todo, y los otros, en determinado momento de la historia familiar, aseguraron que eran los verdaderos elegidos, por ser los descendientes de Ismael, el hijo de Sara y Abraham, antepasado de ‘Mahoma’, el último de una larga cadena de mensajeros, enviados por Dios para actualizar su mensaje...

Sin embargo, la historia de esta familia inició pacíficamente como toda familia en algún punto de la historia (remember Caín y Abel, Esaú y Jacob o nuestro folclórico ejemplo colombiano actual de ‘Juanma y Pachito’). Increíblemente, al principio, librando las insensateces del ego que busca siempre marcar una supremacía moral y física del uno a costa del otro, vivían sus diferencias dentro de cierta armonía.

Lo cierto es que tanto los descendientes de Sara y Agar, que separaron con vehemente claridad sus creencias religiosas y adquirieron cada cual una bien distinta identidad, vivieron desde el año 632, cuando murió Mahoma, hasta 1948, cuando nació Israel, en relativa paz en una tierra llamada Palestina, por casi dos mil años.

Ese año, los máximos jueces y amos del mundo de posguerra, decidieron reparar entonces la gran injusticia histórica de la persecución europea a los judíos, que había terminado en un espantoso holocausto en la II-GM. Claro, era más cómodo pagar cuentas con el bolsillo de otros y hacer caso a la gran influencia judía en Occidente, encabezada por familias como los Rothschild en Inglaterra o los Baruch en Estados Unidos.

A las actuales generaciones de judíos y palestinos la historia, así de larga como la he contado, les importa muy poco. Desde los lados de Israel solo saben que al otro lado de su patio trasero, en las tierras de Gaza, viven unos terroristas que los odian y quisieron verlos desaparecer como estado. Desde la Jerusalén palestina, a unas cuadras de distancia, los niños nacen entre contracciones de odio originadas por las bombas inteligentes de Israel. Ellos piensan que nacieron del bien, del derecho de sus padres, abuelos y antepasados ancestrales de sobrevivir en esa tierra y derrotar a los judíos, la encarnación del mal. Ambos, judíos y palestinos, saben que la solución final vendrá, irónicamente,a falta de otras que no hayan funcionado.

La muerte ronda al mundo en dichas mentes, con la explosión atómica que inundaría de lágrimas la red social de Facebook, yque pertenece irónicamente a otro judío americano: Mark Zuckerberg; Facebook el mundo virtual, donde sonaría la última trompeta de la batalla final de la humanidad ‘por la paz’.

Credito
GEORGE WALLIS

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