Legalizar, ¿el camino de la droga?

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Le ha costado a Colombia reconocer el problema de la droga. También a Manizales. Me asusta escuchar a funcionarios referirse a “todo” lo que se ha hecho frente al tema cuando en la realidad uno ve mínimos resultados. Según lo informó Naciones Unidas en la reciente Comisión de Estupefacientes, son 253 mil las muertes anuales causadas por el consumo de drogas en el mundo y advirtió este organismo internacional acerca de un incremento del uso de narcóticos en América Latina, África y Asia: “En Asia, las muertes relacionadas con las drogas representaron aproximadamente uno de cada 100 fallecimientos, en Europa uno de cada 110, en África uno de cada 150 y en América del Sur aproximadamente una de cada 200 muertes”, indicó el informe.

La droga debe verse como un asunto público si se quiere avanzar más en el camino, el aspecto central aquí es que el camino no se sabe a dónde conduce; quienes dirigen, por ejemplo, piensan que ese camino conduce a una solución y yo creo que no la tiene. Esa tal “solución” sólo ha servido de excusa para justificar una cantidad de presupuesto que no ha hecho otra cosa que alimentar una burocracia y un pensamiento asistencialista frente a quienes han decidido consumir. Claro ejemplo es el desperdicio de presupuesto y, sobre todo, de aliento, con el famoso Pabellón de Farmacodependencia del Hospital Geriátrico San Isidro, así como con las trabas institucionales que han tenido las estrategias conexas.

Entonces, ¿adónde conduce ese camino? Pregúntese esto mismo usted, como lector: más redadas, más capturas, más fuerza policial, más control, legalización, despenalización… Siempre ha habido un efecto inverso, el de más consumidores, nuevas sustancias, nuevas formas de evasión, etc.

Si esto se nos presenta como un camino, ¿a dónde llega? ¿Tiene final? Mi respuesta es NO. Tiene puntos de llegada más no un final -o una solución, como dicen los dirigentes-. Y esos puntos de llegada tienen que ver con el conocimiento del ser humano en sus espectros del ser y del hacer. De allí que haya venido tratando el tema de la libertad desde hace más de un mes, puesto que la discusión clásica sobre la misma se centra en una dimensión relacionada con lo que quiero o deseo y otra con lo que puedo o se me permite. Por supuesto esta discusión clásica habrá de ampliarse y de complementarse.

Claro que hay casos problemáticos de consumo crítico y conflictivo para los cuales se requiere de tratamiento especializado -que en nuestro caso lo deben dar las EPS-, so pena que según los resultados de una investigación desarrollada por un equipo del Reino Unido y que fue publicada en la revista Adiction, fue identificada una elevada mortalidad en los pacientes consumidores de drogas que habían sido dados de alta de los hospitales y centros de tratamiento, debido a que estas personas se enfrentan a otra serie de desafíos al salir. Es por eso que las tasas de suicidio y muerte por sobredosis fueron 10 veces más altas en los que habían salido de estas instituciones hacía un mes, que en aquellos que hacía por lo menos un año estaban internos bajo tratamiento.

Luego de la salida del hospital, en los primeros 28 días ocurrieron 21 muertes por sobredosis por cada mil personas por año, comparado con 4,2/1000 un año después del alta o más. La tasa de sobredosis fue menor en los consumidores que nunca habían estado internados. Los suicidios que no estaban asociados con el consumo de drogas cayeron de 3,9/1000 en el primer mes a menos de 1/1000 a partir del año del alta hospitalaria.

Como explicación, el equipo hizo alusión a que, similar a la salida de una cárcel, el alta hospitalaria marca el comienzo de un período de gran vulnerabilidad para los pacientes bajo tratamiento por consumo de drogas, por lo que muchos adictos necesitan ayuda en el hogar y el trabajo, además de atención psiquiátrica, y esta ayuda en la mayoría de las veces es de complicada consecución.

Si eso ocurre en Escocia, qué pensar de nuestra situación en Colombia y estas “bellezas” de las EPS.

Así, pues, si se quiere avanzar más en el camino, así no sepamos adónde conduce, un punto de llegada es ver el problema de las drogas como asunto público, que compete a todos como colectivo desde todo punto de vista. Pero así mismo, ser muy conscientes de que el camino, desde donde comienza y adonde nos va llevando, está estrechamente relacionado con el querer ser y el poder hacer, caracteres que articulan el sentido de la libertad.

Credito
FEDERICO CÁRDENAS JIMÉNEZ

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