Los peligros de la libertad publicitada

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En estos últimos días los medios de comunicación se han desbordado en informaciones sobre un nefasto personaje de la historia colombiana. Todos se dedicaron a hurgar en la historia de John Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, todo aquello que de morbo y de espectacularidad se puede hallar en la vida de un delincuente que violentó la tranquilidad de muchas ciudades y regiones del país y sumió a familias enteras en la tristeza y el abandono por la pérdida de sus allegados. El motivo que alentó esta búsqueda fue el cumplimiento de la pena a la cual había sido condenado.

Jamás se imaginó el dibujante Elzie Crisler Segar, que ese personaje musculoso, con tatuajes en su cuerpo, un ojo saltón, una pipa de maíz, consumidor compulsivo de espinacas y una novia flaca, sería el remoquete que utilizara uno de los criminales colombianos con más víctimas en su haber, pues él mismo confesó alguna vez que había tenido participación directa o indirecta en más de tres mil casos que terminaron con la muerte de seres humanos indefensos.

Cámaras, luces, micrófonos y computadores se han alineado en una especie de consigna para que todos los colombianos sepamos el momento exacto en que el personaje deje la cárcel de máxima seguridad en Tunja y se dirija a un destino que esperan precisar.

Pareciera que no hay nada preocupante y que esta es una práctica corriente en los imaginativos periodistas colombianos. Sin embargo, una reflexión sobre las implicaciones que este tipo de información pueden generar no se ha hecho y debiera convertirse en tema de discusión general de la comunidad.

Independientemente de que el señor Velásquez sea un asesino, él se sometió a las leyes en 1992 colombianas y quienes encarnaban la justicia, decidieron darle una condena que él cumplió, incluyendo las rebajas de pena. Las familias de las casi tres mil víctimas que él aceptó no están de acuerdo y su punto de vista es respetable, pero no es el momento de cambiar las reglas de juego, así que estemos o no de acuerdo, la realidad es que el émulo del marinero cumplió con lo que la justicia le impuso en nombre de la sociedad.

Ahora es necesario pensar que la publicidad extrema que se ha hecho en torno a la salida, ha puesto en peligro la vida del personaje. No sabemos cuántos enemigos estén dispuestos a utilizar la ley del Talión y qué mejor que la prensa, la televisión y la radio estén informando minuciosamente cada uno de los movimientos que realiza el exconvicto.

“La libertad me asusta”, dijo Velásquez Vásquez a un periódico y esta frase encierra todo el riesgo que trae una libertad publicitada.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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