Ganará la democracia

Camilo González Pacheco

Si se preguntara en estos días, a los colombianos –y colombianas- mediante consultas legalmente establecidas, si están de acuerdo con establecer cadena perpetua para los abusadores sexuales de niños e infanticidas, de seguro, el resultado sería favorable a dicha propuesta. Sobre todo, por el repudio nacional, a los hechos violentos ocurridos recientemente en Florencia donde asesinaron cobardemente a varios niños. Es más, si se planteara la pena de muerte para dichos criminales, a la fija, la propuesta ganaría. Lo que pasa es que constitucionalmente esa opción está descartada. En todo, caso –y lo han registrado importantes juristas nacionales – el tema de aumentar las penas para castigar delincuentes, se repite de cuando en cuando, sobre todo en oportunidades en que el país se estremece de dolor e indignación ante un acto bárbaro contra niños –y niñas- colombianos. No es la primera, y desafortunadamente no será la última vez, que la propuesta vuelve y juegue. Y, altos funcionarios estatales le jalan a la iniciativa. El motivo central: mostrar un Estado fuerte y severo contra criminales desalmados. Razón de Estado.

Por otro lado, tenemos lo relacionado con la adopción de parejas del mismo sexo –llamada adopción gay- que también si se lleva a consulta popular –referendo en este caso- podría obtener apoyo mayoritario, en rechazo a su implementación y consagración constitucional y legal. En este caso, también juegan de titular en su rechazo la –y las- Iglesia católica, apostólica y romana que sin lugar a dudas, mueve masas desde sus púlpitos, en contra de importantes avances culturales y políticos coyunturales, como se ha demostrado en casos concretos, a lo largo de la historia patria. En esta eventualidad, una visión particular de moral y cultura, se enfrenta a otra.

Entonces, acudir a mecanismos democráticos, en momentos en que prima un rechazo ciudadano a expresiones de criminalidad, o está en juego sentimientos y creencias religiosas mayoritarias, puede traer consigo el apoyo transitorio de una emoción de rabia o rechazo, o de un sentimiento perdurable en materia religiosa, que jugarán papel decisivo en la decisión final. Pero esa es la democracia que estará, obvio, a la altura cultural de cada país en sus momentos trascendentales y decisorios.

Lo importante sería que el voto –en estas y en todas las demás eventualidades-, estuviera precedido de soportes serios, científicos, en armonía con los avances de la humanidad, es decir, que sea un voto consciente y no emocional o religioso. En otras palabras, un voto serio y responsable que pasará el examen, que la historia nacional le pueda hacer dentro de cincuenta o cien años. De todas maneras, inexorablemente la criminalidad se reducirá cuando las condiciones económicas y sociales de los sectores populares mejoren, y la democracia se fortalecerá cuando se acaben las discriminaciones por motivos económicos, culturales o religiosos.

Al final, la democracia integral triunfará, como expresión del avance cualificado de la humanidad. Amanecerá –históricamente- y así, lo comprobaremos. Por ahora, juega el presente con sus apremiantes afanes.

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