Galimatías

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

Se inician los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional –ELN- , una agrupación armada con grandes diferencias con las Farc: cadena de mando, formación política de los miembros sin mando, rechazo al narcotráfico, respaldo campesino, dirección política de la cual hace parte una mujer - Omaira Vásquez –la guerrillera más antigua de Colombia- y con una influencia cristiana gracias al padre Camilo Torres y otros sacerdotes vinculados al movimiento.

Estos diálogos, que apuntan a negociaciones, constituyen un avance en el proceso de paz e incrementan las esperanzas del éxito de este. El ELN plantea participación ciudadana, transformaciones sociales, garantías para los movimientos sociales y superación de la corrupción, de la pobreza, de la exclusión social y de la degradación ambiental.

Como era de esperarse, ya salieron los opositores al proceso divulgando estadísticas sobre los daños causados por el ELN a la infraestructura petrolera, sin hacer mención al daño que los extractivistas le han hecho al medio ambiente y al tejido social en las zonas que explotan.

Mientras el país está pendiente del curso de los diálogos o negociaciones con los insurgentes, salió, “coincidencialmente”, el paro armado ordenado por el llamado clan Úsuga que afectó cuarenta municipios en cuatro departamentos, asesinando cinco uniformados e incendiando varios vehículos y las marchas uribistas contra el gobierno.

Ahí si Uribe no dijo ni pio por el asesinato de los “soldados de la patria”, ni porque los señores Úsuga resultaron invitando a sus marchas. Parece que la oposición uribista también utiliza todas las formas de lucha.

Un trompo en la uña difícil de manejar pero que además está siendo bien aprovechado por la corrupción empotrada y/o palanqueada por el mismo Estado. Reficar, privatización del río Magdalena, robo de alimentos a estudiantes, niños muriendo de hambre, carruseles en la contratación oficial, los negociantes de justicia, Saludcoop Montealegre, Luis Camilo Osorio y siga la cuenta caminando por entre la alcantarilla que lo lleva a Ibagué en donde un ex alcalde mediocre y corrupto, asesorado por personajes de igual pelambre, convirtió al municipio en un escusado de hoyo, sin que la justicia lo tenga, a él y su pandilla, en los sitios de recreación destinados para los grandes criminales, porque, aquí entre nos, las cárceles son para los pobres que son detenidos o condenados por pendejadas frente a lo hecho por bandidos de cuello blanco.

Un espacio para diez es ocupado por veinte prisioneros, en pésimas condiciones higiénicas, sin atención médica, mal alimentados, sin oportunidades de trabajo o estudio y expuestos a los peligros generados por el hambre, los conflictos internos y la desesperanza. Eso no es justicia.

Es la venganza de una sociedad que fomenta la desigualdad social y la ineficiencia del Estado manejado por personajes que solo piensan en el lucro personal y no en el bienestar de los colombianos.

Ñapa.- Refutar al científico tolimense Pablo Isaza con mentiras y lenguaje de cotero, como lo hizo el Ministro de Salud para tratar de menospreciar un artículo, del por 25 años consultor de la Organización Mundial de la Salud, sobre el zika en Colombia, no pasa de ser una pendejada. Con toda razón sus colegas de ingeniería lo llaman el fontanero de la salud.

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