Pido la palabra Orgullo nacional II

Como les contaba en la columna pasada, con mi familia nos propusimos proteger la imagen de la Nación durante el Mundial sub 20, así tuviéramos que torcer con discursos nuestra caricaturesca realidad para que el grupo de turistas que adoptamos tuviera una excelsa impresión del país.

Pasado el oso de la inauguración, íbamos en un bus rumbo al estadio y el trancón era impresionante. En la radio la emisora advirtió que una pareja de turistas coreanos había  sido víctima del paseo millonario. Mi primo Efraín aclaró a  los atónitos coreanos que nos acompañaban que el paseo millonario era un programa concurso local que ha alcanzado altísimos niveles de raiting, hasta el punto que después de ese paseo “¿quién quiere ser millonario?

En el bus los turistas miraban curiosos por la ventana los enormes huecos de la 26 y rápidamente todos exclamamos en grupo: “¡Increíble!, ¡cómo avanzan las obras del tren subterráneo! Pensar que empezaron la semana pasada”.  Cuando creímos que todo lo peor había pasado, un grupo de muchachitos, de esos que andan respaldados por el Código del Menor, empezó con chuzos y cortaúñas a exigir a todos los pasajeros su celular. Cuando se nos iba a caer la cara de la vergüenza  mi prima Ingrid se puso de pie y empezó a explicar a todos los extranjeros que esta era una brigada de salud local, encargada de verificar el nivel cancerígeno de los aparatos celulares. Todos los extranjeros animosos entregaban sus celulares y mi prima los chequeaba  y se los pasaba a los sorprendidos atracadores que no entendían lo que sucedía, mucho menos  cuando algunos extranjeros les dieron palmaditas en el hombro agradecidos por haber sido salvados de un tumor. Un grupo de nipones insistió en tomarse fotos con los  “brigadistas” y creo que les alcanzaron a robar la cámara.

Otra noche estábamos cenando con un grupo de italianos y portugueses cuando salió la noticia del expresidente Uribe defendiéndose de lo que nunca será un escándalo: ¡las chuzadas! El oso era inminente de no ser por mi tía Beatriz, que advirtió a los extranjeros que la noticia se refería a un Consejo de Seguridad en el que participaba activamente el expresidente, que se muere de ganas por seguir colaborándole al país, y que discutían  nada menos que la defensa  que Uribe hacía para que a la barra de “las chuzadas” (un grupo de inofensivos  aficionados al fútbol) le fuera permitido entrar a los estadios. Les explicamos que el “Presi” estaba preocupado porque venía “La Torcida” de Argentina y que nuestra barra de “las chuzadas” no era tan peligrosa y al “Presi” le preocupa mucho la salud de todos sus angelitos (aunque  ninguno de los acusados por parapolítica hubiera notado tal preocupación en ocho años de Gobierno; tarde o temprano les pasarán  la cuenta de cobro). “Como pueden apreciar”, concluyó mi tía, “los estadios ni siquiera tienen mallas ni muros de contención porque nuestros aficionados son de lo más tierno”.

Cuando  iba pasando el Mundial surgió la noticia de ‘El Bolillo’ Gómez, pero esa fue fácil de solucionar. Les explicamos a los extranjeros que era una confusión lingüística, que lo que había querido decir el periodista era que a ‘El Bolillo’ le gustaban las mujeres con los ojos negros y todo fue un mal entendido. Colombia no quiere dejar ir a un portento del fútbol como ‘El Bolillo’. Amamos los entrenadores nacionales que han tenido triunfos dirigiendo en potencias futbolísticas del extranjero, como Ecuador y Costa Rica.  El escándalo pasó y el Mundial se acabó. La despedida en Bogotá sacó la cara por Colombia.

Credito
Ricardo Cadavid

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