Pido la palabra: Leguleyadas médicas

Me resulta curioso que diversas asociaciones médicas y agremiaciones de la salud hayan puesto el grito en el cielo y se mostraran visiblemente preocupadas por la iniciativa del gobierno y de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer,

que al parecer les “obliga” denunciar casos de violencia física contra la mujer, situación que, según los preocupados galenos, atenta contra el Secreto Profesional Médico, una práctica tradicional que se incluye en el juramento hipocrático.

Lo peor no es que los galenos quieran tirárselas de abogados sino que al gobierno le tiemble la voz y recule cada vez que del bien común se trate, en función de su imagen de adalid de la Unidad Nacional y de su capacidad de consenso y complacencia con los gustos gremiales y las éticas subjetivas.


Para empezar, el Secreto Profesional Médico tiene orígenes en la casta sacerdotal griega del culto a Asclepíades, un Dios al que nadie nunca le dio en la jeta, hasta que Zeus lo partió con un rayo por andar resucitando muertos, es decir, abusando de su poder.


Hasta el fatídico asunto del rayo, Asclepíades no sufrió de maltrato infantil (y eso que Apolo mató a Coronis, la madre de Asclepíades, lo cual ya es pésimo precedente), no le cascaban en el colegio y no era hembrita.  


En una clínica, desde el portero que ve llegar a una mujer golpeada y con un ojo colgándole porque se lo molieron a pata, hasta la señora de los tintos, deberían poder llenar un formulario administrativo que dé cuenta del ingreso del consabido paciente.


Es más, esa denuncia o “informe administrativo” debería ser indistinta si el sujeto tiene pene o vagina, seis años o setenta, simplemente porque la violencia debe estar prohibida bajo el orden público, que implica tutelar el bien jurídico, y dicho bien, en una nación medianamente seria, no se detiene a discutir con las facultades de medicina, si su secretillo tradicional tiene más peso que el marco legal, máxime cuando se trata de preservar la vida, que como principio es un bien que está muy por encima de los cursos de ética profesional de las facultades de medicina.


Ahora bien, el profundo dilema de los galenos ¿es moral o es legal? Uno de estos sabios médicos juristas sugirió que se elevara el maltrato físico a un problema de Salud Pública para salir así del atolladero, dado que el Secreto Profesional Médico en Suramérica no es absoluto sino relativo, es decir, se puede revelar para evitar un mal mayor, como por ejemplo, una epidemia.


Es claro entonces que el problema es formal y no moral, es decir, atañe a leyes y no a la conciencia. Si fuera un asunto de conciencia, deberían ponerlo a la par de la legislación que permite a un médico mostrar el listado detallado de los tratamientos hechos a un paciente, cuando se trata de disputar honorarios. Si fuera un asunto moral, deberían haber discutido entre todos el destino de las tetas postizas que pusieron a miles de mujeres en Colombia que andan buscando su paraíso perdido.


Apreciados doctores: si Asclepíades hubiera sabido que su padre en un arranque de celos iba a asesinar a su madre, lo habría denunciado ante la autoridad competente para evitar quedar huérfano y no tener que nacer por cesárea (Apolo en un arranque de piedad, abre el vientre de la yaciente mujer para que naciera su hijito). Claro que si Asclepíades hubiera gerenciado una EPS, hubiera guardado silencio, porque una cesárea es más rentable que un parto natural.

Credito
RICARDO CADAVID

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