Gerleim, Ordóñez y la contracultura

Hace veinte años no me lo habría imaginado: el procurador Ordóñez y el senador Gerleim, son la representación más legítima de la contra cultura.

Hace veinte años no me lo habría imaginado: el procurador Ordóñez y el senador Gerleim, son la representación más legítima de la contra cultura. Basta ver como sus declaraciones despiertan una andanada de comentarios en las redes sociales, comentarios de librepensadores que se parecen a Torquemada y piden la hoguera para este par de octogenarios conservadores que tienen el valor de expresar lo que piensan. Hoy libertad de opinión es opinar conforme a lo que está de moda.

Cuando el senador Gerleim afirmó que el sexo entre hombres es excrementable y que pronto pediríamos aprobar la zoofilia y la pedofilia, le cayó medio mundo encima y el otro medio no lo hizo porque estaba concentrado en sus prácticas eyaculovaginables. 

No me parece tan errado cuando un Ordóñez o un Gerleim se pronuncian en contra del matrimonio gay. En derecho los contratos solemnes como el matrimonio son aquellos que requieren para su validez de un acto formal como la intervención de un notario. 

No es el único contrato solemne, están también las donaciones y las hipotecas. Si lo que desean los LGB de la década de los noventas, los Lgbt del Nuevo Milenio y los actuales Lgbti junto a los X-men, es un contrato solemne, ¿por qué no considerar la hipoteca?.

Bastaría con ir donde un notario y declarar: “Roberto, te  hipoteco mí  corazón y algunas otras partes de mi cuerpo que te llamen la atención, incluidas las nalgas de silicona, mi colección de pelucas y mis trajes de drag queen y los vídeos de RuPaul´Drags Race”.
Las declaraciones de Gerleim no debían ser tomadas tan a la ligera: En Holanda se aprobó la inscripción del partido político Pnvd, cuyos ideales buscan maximizar las prácticas amatorias, disminuir de 16 a 12 años la edad mínima para tener sexo y legalizar la pornografía infantil, por eso se les conoce como el partido pedófilo. 

En diciembre el senado de Estados Unidos aprobó por 93 votos a favor y 7 en contra, derogar el artículo 125 del código de justicia militar en el que se condenaba las prácticas sexuales con animales. En Dinamarca se considera ilegal el sexo con animales solo si se usa para pornografía o espectáculos de sexo. 

A esta altura la palabra obscenidad no derivará del latín obsenus (detestable) sino de “escena”, entonces, fornicar con pollitos, burras, patos y similares en la intimidad, no será considerado ilegal. En efecto en Colombia el sexo con animales no es ilegal y no faltará el psicólogo libre pensador que afirme que por ello los costeños son más felices y se suicidan menos. 

Somos un país que considera trascendental invertir energía para convertir las orientaciones sexuales en una discusión pública, en lugar de invertir tiempo en discutir sobre justicia social. 

No me escandaliza que mi tío sea gay, que mi primito le gusten los ácidos y la coca, que mi vecino sea swinger, que ser bisexual esté de moda. Me escandaliza más la Unidad Nacional que se reparte la torta corrupta con un silencio cómplice, me escandaliza el hambre, los presos pobres condenados al olvido mientras los ricos veranean y sus penas prescriben, que robarse el presupuesto de hospitales no tenga pena de muerte, que el genio de DMG este preso y los de Interbolsa sean brillantes asesores financieros, que seamos un país que se enorgullece de lo que debería avergonzarle.  

No creo en el orgullo gay como tampoco considero motivo de orgullo ser colombiano, ni si quiera ser humano. La norma no es lo moral. En efecto lo moral es lo anormal. Lo que acostumbramos no es lo debido. Somos un país que no corre tras lo recto sino tras lo torcido. 

La esfera de lo privado, de lo íntimo, no es motivo de aprobación ni de discusión pública; es a mi sentir la última trinchera que nos queda en un país donde viejitos conservadores como Gerleim o como Ordóñez, nos recuerdan que ellos hoy por hoy, son la verdadera contracultura, los verdaderos salmones nadando contra la corriente.

Credito
RICARDO CADAVID

Comentarios