¿Los más optimistas?

El pasado miércoles 23 de octubre en la edición de un afamado diario de circulación nacional, le gastaron primera página a una encuesta “Generación MiIlennials” realizada por Telefónica Movistar (yo pensé que vendían teléfonos y no que hacían ciencia) con 12 mil jóvenes del mundo, en donde sacaron la brillante conclusión: “Los jóvenes colombianos son los más optimistas”.

Me llena de orgullo tal estudio, he querido ponerlo en un anaquel junto a la foto del General Naranjo cuando fue premiado como el Mejor Policía del Mundo, el concurso de Himnos Nacionales donde quedamos de segundos y el estudio que afirma que somos el país más feliz del mundo. Tomando en cuenta que el puntaje educativo de nuestros jóvenes en las pruebas PISA está en los lugares de más bajo desempeño, me pregunto si tanto optimismo es un asunto de falta de información y formación. Si uno no tiene ni idea de que las picaduras de cascabel son venenosas, puede pensar que ese sonidito de pandereta navideña acompañado de un tierno mordisquito, de seguro trae buena suerte. Eso suena muy optimista, justo antes de morirse. ¿Tanto optimismo será por desconocimiento? Cuando uno ha crecido en un país donde en la década de los 40 se pavimentaban hasta 2 mil kilómetros de carretera y hoy se demoran los mismos diez años para tapar un hueco y cuesta tanto como la carretera completa, pues hay que ejercitar el optimismo.

El estudio está lleno de afirmaciones que evidencian la profundidad de los expertos que lideraron tamaña investigación. Una de las lúcidas conclusiones es que “los jóvenes sienten que el gobierno no refleja su pensamiento”. Bueno, el gobierno no refleja el pensamiento de nadie sino en el momento de campaña electoral, cuando todos los políticos debido a un proceso alquímico trascendental, se transforman en campesinos, hombres que descienden de obreros, besadores de niños con paludismo y mocos, amantes del folclore popular, frenéticos consumidores de empanadas en bazares de barrio pobre, jurados de honor para para reinados de comuna, pero eso solo dura tres meses. De otro lado, la impresionante expresión: “no refleja su pensamiento”, supone la existencia de un “pensamiento complejo”, de alguna índole que urge ser investigado y reflejado por los “adultos” de hoy, tan dados a construir políticas afirmativas e incluyentes de tanto conocimiento como válido. Estamos ad portas de la celebración del Día de las brujas y uno ve por la calle la cantidad de disfraces que dan cuenta de la extrema diversidad del pensamiento juvenil: hay caperucita vagabunda, gatubela perrata, monja zorra con liguero, mujer maravilla copera, angelito prostituta, diablita ramera, vampira meretriz, enfermera hetaira, sirvienta mujerzuela; colegiala ninfómana, en fin, uno se deleita con tanta diversidad.

Continúa el estudio: “7 de cada 10 creen que pueden mejorar el futuro por sí mismos”. Eso me asombra, no sé si lo creen o les toca. En efecto yo pensé que eso es lo que cualquier persona debe hacer, mejorar su propio futuro, o quién se los va a mejorar, ¿el Honorable Concejo? ¿El viceministerio de la Felicidad Suprema de Maduro? ¿Alguno de los 74 comités de la nueva ley de convivencia? El destino trae curiosas coincidencias, pues en la misma primera página del mencionado diario se lee a escasos cuatro centímetros de nuestro pintoresco estudio, el siguiente titular: “Un niño quema a otro por no prestarle la cicla”, noticia que confirma la vitalidad y energía con que nuestras adorables criaturas luchan por cambiar su destino con sus propias fuerzas y toda su iniciativa personal.

El baboso estudio (al que le gastaron primera página y una página interior) llega a conclusiones como estas: “9 de cada 10 jóvenes colombianos piensan que los mejores días están por venir” (obvio, ya se acercan las vacaciones decembrinas), “sólo el 24% cree que la economía va por buen camino” (hay que tener un doctorado en macroeconomía para darse cuenta). “7 de cada 10 afirmaron que pueden hacer la diferencia en el ámbito local y global” (eso si es optimismo, tal vez van a cambiar su Lacoste por una Tommy).. Y la más babosa de todas las conclusiones “los jóvenes colombianos son los más desprendidos de las cosas materiales”, conclusión de corte budista brahmánico, asceta anacoreta que las brillantes mentes a cargo del estudio pudieron concluir, no por sus clases de yoga de tres minutos en el Country Club, sino gracias a que el 81% afirmaron que “prefieren trabajar en algo que les guste así ganen menos”. ¡Qué alivio! Menos mal que somos tan desprendidos.

Credito
RICARDO CADAVID

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