Miedo al futuro

Camilo González Pacheco

El aislamiento obligatorio, padecido como consecuencia de la expansión del coronavirus, ha permitido el surgimiento de nuevas propuestas de convivencia cotidiana para el presente y el futuro, y también interesantes, y a veces agradables valoraciones de la misma en el cercano y lejano pasado.
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Las sesiones virtuales realizadas hace pocos días por el órgano legislativo a través de video conferencia, permitió la intervención de congresistas ubicados en diferentes  ciudades y municipios colombianos, y hasta por fuera de las fronteras nacionales, parecería hace algunos  años, un sueño de ciencia ficción. Bogotá era el centro único y exclusivo del país en materia del ejercicio del poder legislativo. Y los Representantes y Senadores tenían que sesionar presencialmente.

Son los cambios tecnológicos que están marcando una nueva era para la humanidad, como bien lo analiza el politólogo argentino Martín Caparrós, en reciente reportaje publicado en un medio de circulación nacional. Por ejemplo, -analiza Caparrós- que la democracia representativa constituye un modelo del siglo XIX creado en armonía con el estado del transporte y las comunicaciones de aquella época, que requería la presencia física del legislador.

Hoy no. Ahora todos podemos opinar en el momento, dentro de un proceso de cambios que el mismo Caparrós, califica de fascinantes. Y así, lo hemos visto.

Legisladores opinando mientras realizan en calzoncillos trabajos de casa, o disfrutando de masajes de bellas y encantadoras damas como el caso de un diputado tolimense, o sencillamente, rascándose la barriga como lo hizo un tristemente célebre diputado de Casanare. Son avances tecnológicos. Se impone la virtualidad. Así no sea elegante, decente y de buen gusto.

También Caparrós especula en sus obras, con la eventualidad de otros hechos alucinantes, pero factibles: un mundo controlado por China, un Estado en el que se crea un cerebro que ofrece la vida perfecta y eterna después del 2050, una sociedad conformada por más individuos y menos comunidades, en fin, cuestiona un futuro que no parece  ser el añorado.

Un futuro sin promesas. Que no se vislumbra deseable. Que  produce miedo porque constituye una amenaza ecológica, poblacional, política, incluido el terrible y trágico virus que anda en estos meses, como Pedro por su casa,  espantando y sepultando congéneres en todo el mundo. Y, que nos mantiene padeciendo, “desnudos, desarmados frente al horror de la nada” en éste encierro mamón y desesperante, sin final a corto plazo.

Interesante, pensar y filosofar como lo hace Caparrós, en el encierro cotidiano sin soslayar la eternidad y la esperanza, por cuanto este mundo, necesita muchos cambios que irán sucediéndose de golpe o poco a poco. Habrá que esperar. No hay alternativa distinta.

CAMILO GONZÁLEZ PACHECO

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